En las obras gigantes de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) en Kaohsiung volvió a aparecer una sorpresa nada agradable: los trabajadores encontraron otra bomba sin explotar de la Segunda Guerra Mundial.
Ya es la tercera en menos de un año, un recordatorio de que el pasado bélico de la isla sigue enterrado justo debajo de su futuro tecnológico.
El hallazgo ocurrió hacia las 11:30 de la mañana. El ejército taiwanés fue avisado de inmediato y, en apenas una hora, una unidad especializada retiró el artefacto oxidado y lo trasladó a un almacén seguro para su posterior eliminación. Las autoridades aseguraron que no existía peligro inmediato para los obreros, pero la repetición de estos casos genera inquietud y deja abierta la incógnita de cuántos explosivos más permanecerán ocultos en el terreno.
El proyecto de Kaohsiung es fundamental para TSMC. Allí se levantarán cinco fábricas (P1 a P5). La primera planta ya está en la fase final de instalación de maquinaria y debe comenzar la producción en masa de chips de 2 nanómetros antes de que termine el año. La P2 también trabajará en 2nm, mientras que P3, P4 y P5 apuntarán a procesos todavía más avanzados, como el nodo 1.4A, considerado el próximo salto de la industria de semiconductores.
Estas instalaciones son vitales para que TSMC mantenga su liderazgo global en chips de vanguardia, demandados cada vez más por la inteligencia artificial, los smartphones de gama alta y las nuevas plataformas de computación. Pero el suelo elegido carga con historia: durante la ocupación japonesa, allí funcionaba una refinería de petróleo, objetivo prioritario de los bombardeos estadounidenses. Muchos proyectiles no detonaron y permanecieron enterrados hasta hoy.
En los últimos meses ya habían aparecido otras dos bombas en la misma zona: una de 1000 libras y otra de 500. Ambas estaban tan corroídas que fue imposible determinar su origen exacto, aunque también fueron retiradas por el ejército bajo estrictos protocolos de seguridad. La tercera bomba ahora se suma a esta lista, reforzando la idea de que los restos de la guerra siguen presentes.
Pese a estos incidentes, TSMC no ha frenado el ritmo. Analistas destacan que la empresa no puede darse el lujo de retrasos: la necesidad de procesos de última generación es apremiante, y Taiwán muestra su resiliencia incluso frente a contratiempos tan insólitos. Hay un simbolismo fuerte en todo esto: el mismo terreno que una vez fue bombardeado para debilitar a Japón hoy se convierte en el corazón de la industria de chips más sofisticada del planeta.
La historia de Kaohsiung, por lo tanto, no es solo de nanómetros y transistores. Es también un relato sobre cómo el pasado y el futuro conviven en el mismo lugar: bombas oxidadas de ayer dando paso a los procesadores que moverán el mañana.