James Cameron nunca ha ocultado su desconfianza hacia la inteligencia artificial. Desde Terminator hasta Avatar, sus películas han servido como advertencias sobre los peligros de las máquinas fuera de control.
Y ahora, en plena promoción del relanzamiento en cines de Avatar: El Camino del Agua, el director vuelve a remarcar su postura: la IA puede ser una herramienta útil en el cine, pero no en lo que él considera el “acto creativo sagrado”.
“No quiero que un modelo de IA escriba mis guiones”, dijo Cameron sin rodeos en una charla con IGN. “Un buen guionista tiene una mirada única sobre el mundo, una experiencia de vida irrepetible. Eso es lo que se refleja en una historia, en sus personajes, en las emociones que llegan al público. Ningún algoritmo puede imitar eso. El director transmite su visión, el actor canaliza sentimientos, el escritor deja su esencia en el texto. Esa es la parte humana que nunca pienso ceder.”
Y aunque Cameron es reconocido como uno de los cineastas más innovadores tecnológicamente – con Titanic revolucionó los efectos visuales y con Avatar la captura de movimiento – , insiste en que la IA no debe reemplazar la creatividad humana. Eso sí, reconoce que puede ser útil para reducir costos, especialmente en producciones multimillonarias.
“Las películas de Avatar son carísimas, y gran parte del presupuesto se va en los efectos visuales”, admitió. “Si la IA pudiera ayudar a abaratar ese proceso, tal vez veríamos más proyectos ambiciosos: ficciones científicas, dramas históricos con mundos complejos, películas que hoy los estudios temen aprobar por el dinero que cuestan. Esa parte sí me interesa explorar. Pero escribir guiones, dar forma a personajes y trabajar con actores… eso es intocable.”
Sus declaraciones llegan en un momento clave en Hollywood, donde la discusión sobre IA está más candente que nunca. El ejemplo más reciente: la actriz virtual Tilly Norwood, presentada en el Festival de Cine de Zúrich por la empresa Particle 6, que generó un fuerte rechazo del sindicato SAG-AFTRA. Para Cameron, casos como este muestran que la industria debe plantearse hasta qué punto las máquinas pueden entrar en terrenos creativos.
“La IA generativa es tanto una oportunidad como una amenaza”, señaló. “Mi trabajo no es adivinar el futuro, sino contar historias que hagan reflexionar, que inviten a reconectarnos entre nosotros y con la naturaleza, en medio de una sociedad que avanza como un tren desbocado.” Y adelantó que las próximas entregas de Avatar podrían tener lugar en la Tierra, aunque insistió en que no se trata de predicciones futuristas, sino de relatos simbólicos.
Más allá del cine, el impacto de la IA se siente en todos los sectores. Desde la salida de ChatGPT en 2022 han pasado apenas tres años, y ya está en todas partes. Ninguna otra tecnología – ni el automóvil, ni el teléfono, ni siquiera Internet – se expandió con tanta rapidez. Para algunos es una revolución emocionante, para otros una amenaza inquietante.
Por supuesto, no faltan críticas hacia Cameron. Muchos lo acusan de reciclar tramas conocidas, apuntando a que Avatar es básicamente una mezcla de historias ya vistas. Algunos ironizan diciendo que quizá la IA podría escribir guiones más originales que los suyos. Otros, en cambio, lo defienden: recuerdan que los blockbusters no buscan ser literatura de élite, sino relatos universales cargados de emoción. Y desde esa perspectiva, su rechazo a ceder la narrativa a una máquina suena más a defensa del arte que a ego personal.
En definitiva, el debate apenas empieza. Lo que está claro es que, para James Cameron, la tecnología puede abaratar costos y abrir nuevas posibilidades, pero el alma de las historias sigue siendo humana. Que el público lo vea como un guardián del arte o como un director aferrado al pasado es otra cuestión. Lo seguro es que Cameron no está dispuesto a dejar que una IA decida qué historias contamos sobre nosotros mismos.