El escándalo de Siri vuelve a sacudir a Apple. Las autoridades francesas han abierto una nueva investigación contra la compañía por la supuesta recopilación indebida de grabaciones de voz de los usuarios.
La Fiscalía de París, a través de la agencia de delitos cibernéticos OFAC, lidera el caso, que se basa en una denuncia presentada por la organización de derechos humanos Ligue des droits de l’Homme. En el centro de la historia está Thomas Le Bonniec, un excontratista de Apple en Irlanda que hace años reveló cómo los empleados externos escuchaban fragmentos de audio captados por Siri.
El asunto se remonta a 2019, cuando salió a la luz que la empresa enviaba grabaciones de Siri a compañías terceras para mejorar la precisión del asistente. Sin embargo, muchas de esas grabaciones contenían conversaciones privadas, activadas sin intención por errores de detección. Había desde consultas médicas hasta charlas familiares y ruidos cotidianos, todos analizados por personal que, según Le Bonniec, podía identificar detalles personales y contextuales de los usuarios.
Apple afirma que los fragmentos eran anónimos y usados exclusivamente con fines de control de calidad. Pero el denunciante sostiene que esa supuesta anonimización no era suficiente: las voces, los acentos y los sonidos de fondo podían revelar quién hablaba y dónde estaba. Según él, el problema no fue un accidente aislado, sino una práctica extendida desde 2014.
El nuevo proceso en Francia se suma a otras demandas similares en distintos países. En Estados Unidos, Apple acordó en enero pagar 95 millones de dólares para cerrar una demanda colectiva sin admitir culpabilidad. En territorio francés, los consumidores también impulsan un reclamo colectivo, alegando que Apple ocultó información clave sobre el uso de sus datos.
El caso reabre el debate sobre la privacidad y la confianza en los asistentes de voz. Estos dispositivos – como Siri, Alexa o Google Assistant – están diseñados para hacer la vida más fácil, pero cada vez más usuarios se preguntan si el precio de esa comodidad no es demasiado alto. Cada activación accidental convierte al teléfono o al altavoz en un micrófono abierto dentro del hogar.
Apple, que se promociona como la defensora de la privacidad entre las grandes tecnológicas, insiste en que nunca ha vendido datos ni utilizado las grabaciones para publicidad. Aun así, críticos y expertos en privacidad sostienen que la compañía no fue transparente al informar que personal externo escucharía las grabaciones. Y eso erosiona la confianza de los usuarios en una marca que ha hecho de la privacidad su bandera.
Thomas Le Bonniec pide ahora una auditoría completa sobre el manejo de los datos de Siri, para determinar cuántas grabaciones existen y dónde están almacenadas. Organizaciones europeas de privacidad esperan que esta investigación marque un precedente y obligue a las grandes tecnológicas a cumplir con mayor rigor las normas del GDPR. Lo cierto es que este caso vuelve a recordarnos algo incómodo: en la era de los asistentes inteligentes, la línea entre comodidad y vigilancia es cada vez más delgada.