¿Está Apple realmente rezagada en inteligencia artificial o está preparando su jugada maestra?
Durante meses, analistas y entusiastas de la tecnología han repetido la misma idea: Apple se quedó atrás en la carrera por la inteligencia artificial. Mientras OpenAI, Google y Microsoft avanzan a toda velocidad, la compañía de Cupertino parece moverse con lentitud calculada. Pero, ¿y si ese aparente retraso no es un error, sino una estrategia? Tal vez Apple esté, una vez más, jugando una partida de ajedrez en cuatro dimensiones mientras el resto corre sin rumbo claro.
Cuando el auge de la IA generativa explotó en 2023 y 2024, Apple mantuvo un perfil bajo. No hubo grandes demostraciones ni promesas revolucionarias. Eso llevó a muchos a pensar que la empresa había perdido el tren. Sin embargo, en junio de 2024, Apple sorprendió con el anuncio de Apple Intelligence, su plataforma de IA diseñada para integrarse profundamente en todo el ecosistema de la marca. Más que competir en velocidad, Apple apostó por lo que siempre la ha caracterizado: la experiencia, la privacidad y la perfección en los detalles.
Apple Intelligence incluía funciones que iban desde la generación de emojis y la edición inteligente de fotos, hasta notificaciones más útiles y asistentes de escritura integrados en el sistema operativo. Pero las verdaderas estrellas eran las funciones de acciones dentro de aplicaciones y contexto personal, que permitirían a Siri entender mejor la vida del usuario y realizar tareas complejas, como encontrar un enlace mencionado en una conversación. Sin embargo, el lanzamiento no fue perfecto: algunos retrasos y una demanda colectiva empañaron el debut, alimentando la narrativa de que Apple había llegado tarde y mal.
Apple, por supuesto, se defendió. Afirmó que el despliegue sería progresivo y que los usuarios recibirían las funciones de forma escalonada. Y, en efecto, para mediados de 2025, Tim Cook aseguró que la empresa estaba haciendo “buenos progresos” en una Siri más personalizada, cuyo lanzamiento completo está previsto para 2026. Lo que parecía lentitud era, en realidad, prudencia estratégica.
La táctica es clásica en Apple: observar, esperar y perfeccionar. En lugar de lanzarse a la carrera con tecnología inmadura, la empresa deja que otros tropiecen primero. Desde 2024, Apple ha fortalecido su posición con movimientos clave: se asoció con OpenAI para incorporar modelos de lenguaje de última generación, compró startups como TrueMeeting y WhyLabs, y desarrolló sus propios modelos para tareas específicas. Nada de improvisación: todo responde a una hoja de ruta muy clara.
El corazón de su estrategia está en el concepto de Private Apple Intelligence. Mientras otras compañías almacenan y procesan datos en servidores externos, Apple apuesta por hacerlo en el propio dispositivo siempre que sea posible. Solo las tareas más pesadas se envían a la nube de Apple, y aun así, de forma cifrada y sin conservar registros. Es una propuesta radical en un mercado saturado de soluciones que tratan los datos personales como mercancía.
Técnicamente, la compañía ha creado un sistema dual: un modelo liviano de 3 mil millones de parámetros que funciona localmente en iPhones y iPads, y un modelo más robusto basado en servidores para tareas complejas, como la generación de imágenes o el apoyo a programadores en Xcode. A esto se suma su nuevo Foundational Models Framework, que permite a los desarrolladores de terceros aprovechar los modelos de Apple en sus propias aplicaciones. Es un paso hacia un ecosistema de IA más unificado, eficiente y seguro.
Algunos críticos sostienen que centrarse tanto en el iPhone limita la ambición de Apple. Mientras tanto, Sam Altman (OpenAI) y el exdiseñador de Apple Jony Ive trabajan en un dispositivo de IA sin pantalla que podría redefinir la relación con la tecnología. Pero, por ahora, el proyecto parece haberse estancado: las exigencias energéticas y computacionales lo hacen casi inviable. Apple, pragmática como siempre, prefiere apostar por lo que hoy es posible, sin prometer imposibles.
La gran ventaja de Apple es su base de más de 1.500 millones de dispositivos activos. Ninguna otra empresa puede desplegar una actualización de software o una nueva función de IA a tal escala. Es un poder silencioso, pero enorme. Y si algo ha demostrado Apple a lo largo de su historia, es que sabe convertir la paciencia en dominio.
De hecho, esta estrategia de llegar tarde pero mejor no es nueva. Lo hizo con el iPod, el iPhone, el Apple Watch y los chips M1 y M2. Apple rara vez es la primera, pero casi siempre es la que termina marcando el estándar. En el terreno de la inteligencia artificial, puede repetir la historia: mientras otros luchan con errores, sesgos y fallas de seguridad, Apple afina un sistema que simplemente funciona.
Claro, la apuesta tiene sus riesgos. Si la compañía se mueve demasiado despacio o no logra integrar bien sus funciones, podría perder relevancia. Pero si logra combinar privacidad, rendimiento y una experiencia de usuario impecable, podría volver a transformar la industria. En un mundo saturado de promesas vacías de IA, la credibilidad de Apple podría ser su arma secreta.
A finales de 2025, la metáfora parece clara: el conejo (OpenAI) corre rápido, pero tropieza con su propia ambición. La tortuga (Apple), en cambio, avanza con paso firme y constante. Si 2026 marca el año en que Siri realmente se vuelve inteligente, entonces quizá descubramos que Apple nunca estuvo atrasada; solo estaba jugando su partida maestra con calma.