Durante los últimos años, Estados Unidos ha destinado miles de millones de dólares en subsidios con el objetivo de reactivar la producción nacional de semiconductores y reducir su dependencia de Asia. La apuesta política busca reforzar la seguridad nacional y blindar las cadenas de suministro.
Sin embargo, Applied Materials (AMAT), uno de los gigantes más influyentes de la industria, ha puesto un freno a ese optimismo y sostiene que las ayudas apenas tienen un efecto marginal.
Applied Materials no es una empresa cualquiera: fabrica equipos especializados que permiten depositar capas ultrafinas de materiales sobre obleas de silicio, un paso esencial para la creación de casi todos los chips modernos. Se calcula que alrededor del 80% de los componentes de un iPhone han pasado en algún punto por máquinas de AMAT. La compañía es, por tanto, un engranaje crítico de la cadena global de semiconductores, y su visión resulta especialmente relevante.
En una reciente conferencia, el director financiero de AMAT, Brice Hill, fue tajante: los incentivos estadounidenses para repatriar la fabricación de chips solo “importan un poco, en el margen”. Explicó que la verdadera demanda está impulsada por ordenadores personales, centros de datos y smartphones. Según Hill, lo único que logran los subsidios es cambiar el lugar de construcción de las fábricas – de Taiwán a EE.UU., por ejemplo – , pero no expanden de manera sustancial la capacidad global. En otras palabras, Washington gasta miles de millones para mover fichas en el tablero, no para redibujarlo.
A pesar de esa mirada crítica, Applied Materials sigue invirtiendo en Estados Unidos. La firma anunció un desembolso de unos 200 millones de dólares en Arizona, que se suma a más de 400 millones ya invertidos en el país. Es un claro ejemplo de pragmatismo: cuestionar públicamente la eficacia de las medidas, pero aprovecharlas al máximo.
La administración Trump, además de ofrecer incentivos, también ha utilizado la presión. Amenazó con imponer fuertes aranceles a las compañías que no desarrollen una presencia de manufactura real en territorio estadounidense. Incluso fue más allá con Intel: convirtió 8.900 millones de dólares en ayudas en participación accionaria directa. El acuerdo incluyó un warrant de cinco años, a 20 dólares por acción, que otorga al gobierno el derecho a comprar un 5% adicional de Intel si la compañía intenta desprenderse de más del 49% de su negocio de fundición. Una jugada que muchos analistas interpretan como un precedente para otros fabricantes.
En China, Applied Materials también afronta obstáculos. La empresa acumula un retraso en pedidos de alrededor de 400 millones de dólares, debido a clientes incluidos en la Entity List del Departamento de Comercio de EE.UU., que prohíbe relaciones con entidades consideradas un riesgo para la seguridad nacional. Un ejemplo claro de cómo la geopolítica se ha convertido en un factor determinante en la industria de los chips.
Pese a todo, los números de AMAT siguen sólidos. En su tercer trimestre fiscal, la compañía reportó ingresos netos de 7.300 millones de dólares, un crecimiento del 8% respecto al año anterior. Un resultado que demuestra que, aunque las tensiones políticas compliquen el panorama, la demanda por sus equipos sigue creciendo, impulsada por la inteligencia artificial, la nueva generación de teléfonos inteligentes y la expansión de la nube.
El mensaje que deja la empresa es claro: las subvenciones pueden orientar inversiones, pero no redefinen por sí solas el mercado global. Los factores que realmente marcan el rumbo son el consumo, la competencia internacional y la velocidad de la innovación tecnológica.