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Por qué un boicot a la RAM no va a hundir el precio de la DDR5

por ytools
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Por qué un boicot a la RAM no va a hundir el precio de la DDR5

Los gamers piden un “boicot a la RAM”, pero el mercado de memoria dejó de girar alrededor de ellos hace años

Cada vez que suben los precios del hardware pasa lo mismo: en foros, grupos de Telegram y Reddit aparece alguien proponiendo un gran boicot. Esta vez el enemigo elegido es la memoria RAM. La receta suena sencilla: si todos dejamos de comprar módulos DDR4 y DDR5 durante un tiempo, las empresas se asustan, los almacenes se llenan y los precios caen. Sobre el papel parece casi revolucionario; cuando miras cuánto vale hoy un kit de 32 GB, incluso dan ganas de creerlo. Pero si miramos con un poco de frialdad cómo funciona realmente la industria de la DRAM en 2025, el “boicot gamer” deja de ser plan y se convierte en un desahogo más.

La realidad incómoda es que el PC de escritorio ya no es el centro del universo para los fabricantes de memoria. Para Samsung, SK hynix, Micron y compañía, los gamers son un cliente visible, pero no el cliente que manda. El negocio gordo está en otro lado: centros de datos, nubes públicas y, sobre todo, la nueva fiebre de la inteligencia artificial. Ahí no se compran dos módulos de 16 GB con RGB, se compran racks de servidores con cientos de gigas por nodo. Pensar que unos cuantos subreddits pueden doblar ese mercado a base de boicot es, como mínimo, muy optimista.

Del boom de la pandemia a la resaca de la DRAM

Para entender por qué la RAM se ha disparado, hay que rebobinar unos años. Durante la pandemia vimos un boom de PC como no se recordaba: teletrabajo, clases online, ocio en casa, streaming, juegos… medio planeta necesitaba un portátil o un sobremesa nuevo. Los fabricantes de memoria reaccionaron como dictan los manuales de negocio: ampliaron capacidad, invirtieron en nuevas líneas, subieron turnos y empezaron a inundar la cadena de suministro con chips DDR4 y los primeros lotes serios de DDR5.

Cuando ese pico de demanda se apagó, llegó la resaca. Las ventas de PC cayeron, los almacenes se llenaron y los precios se resintieron. En resultados trimestrales se empezó a hablar de “demanda débil de DRAM” y de exceso de inventario. La respuesta fue clara: se recortó producción, se cerraron líneas, se frenaron inversiones y la prioridad pasó a ser sobrevivir con márgenes dignos.

En paralelo, la comunidad gamer tampoco corrió en masa a abrazar DDR5. Plataformas veteranas como AM4 con DDR4 seguían rindiendo muy bien, las consolas marcaban el techo gráfico práctico y muchos usuarios llegaron a la misma conclusión: mi PC aún tira, no estoy para gastar cientos de euros en placa nueva, RAM nueva y, de paso, CPU. La adopción de DDR5 en el segmento doméstico fue lenta, mucho más lenta de lo que los fabricantes habrían querido. Eso reforzó la idea de que el consumidor final es un cliente cíclico, inestable y poco rentable comparado con otros mercados.

La inteligencia artificial se come el mercado de memoria

Y justo cuando la industria había pisado el freno, explotó la siguiente ola: la IA generativa. Modelos gigantes de lenguaje, sistemas de recomendación, entrenamientos de semanas, inferencia en tiempo real… nada de eso vive en un PC gaming con una única GPU, sino en clústeres masivos de servidores. Y esos clústeres son auténticos devoradores de RAM.

En este nuevo ecosistema la estrella se llama HBM (High Bandwidth Memory), memoria apilada con un ancho de banda brutal, soldada al lado de GPUs y aceleradores dedicados. Producir HBM es complicado, el rendimiento por wafer no siempre es maravilloso y cada chip que sale bien se vende a precio de oro. Alrededor de HBM orbitan RDIMM y LRDIMM para servidores, GDDR para gráficas potentes como una hipotética RTX 5090, LPDDR para portátiles y móviles, y por supuesto DDR5 estándar. Casi todas las variantes de DRAM están bajo presión, pero los productos para IA y centros de datos son los que mandan cuando se reparten las obleas.

Si eres directivo de una gran fabricante y tienes capacidad limitada, la decisión es bastante sencilla. De un lado, hyperscalers y empresas de IA que compran a volúmenes brutales, firman contratos de varios años y aceptan precios altos. Del otro, el usuario doméstico que compara céntimos por gigabyte y cambia de marca por cinco euros de diferencia. Nadie se sorprende de que la prioridad vaya para quien deja más margen.

Por qué un boicot gamer apenas movería la aguja

Con este contexto, es fácil ver por qué un “boicot a la RAM” tiene más de gesto simbólico que de herramienta real. Incluso si un porcentaje enorme de jugadores de PC decidiera no comprar ni un solo módulo nuevo durante medio año, la demanda total de DRAM apenas se movería. El pastel grande está en la IA y en los centros de datos; el consumo doméstico es una porción pequeña dentro del conjunto.

En la práctica, si el canal retail flojea, las empresas pueden desviar aún más producción hacia HBM y módulos de servidor y ya está. Lo que manda en la estrategia no es la indignación de los foros, sino el margen por wafer. La historia reciente lo demuestra. En pleno boom de la minería de criptomonedas, muchos jugadores juraron no comprar ninguna GPU hasta que bajaran los precios. Algunos lo cumplieron, y a nivel personal fue una decisión inteligente. Pero el mercado solo empezó a normalizarse cuando se desplomó la rentabilidad del minado, las granjas apagaron equipos y los distribuidores se quedaron con stock en las estanterías. No ganó el boicot, se acabó el negocio fácil.

Con la memoria está pasando algo muy parecido. Mientras la IA siga tragando HBM, RDIMM y compañía a un ritmo descomunal, la producción girará alrededor de ese cliente. Que unos cuantos hilos anuncien boicot tiene cero impacto en las hojas de cálculo donde se deciden inversiones. Para colmo, no faltan contradicciones: parte de la misma gente que habla de boicot a la RAM hace cola digital el día uno para la siguiente GPU de cuatro cifras. Las empresas no leen discursos, leen cifras de ventas.

Lo que sí está en manos del jugador de PC

Entonces, ¿no se puede hacer nada? Algo sí: quizá no para cambiar el mercado global, pero sí para dejar de jugar siempre el papel del cliente perfecto. El margen de maniobra es individual, no colectivo. Y ahí sí hay decisiones que importan.

Si hoy tienes 16 GB o 32 GB de DDR4 o DDR5 en tu equipo, en la práctica estás cubierto para casi todo el catálogo actual, salvo casos muy concretos. Muchas veces la GPU o la CPU limitan antes que la RAM. En ese contexto, pasar a 64 GB solo por moda o por miedo al futuro suele ser tirar dinero. En un ciclo de precios altos, el upgrade “por si acaso” es justo el que más duele al bolsillo.

Para quien sigue con 8 GB, la película cambia: hay juegos modernos que simplemente no van finos con tan poca memoria, especialmente si encima hay navegador, Discord o streaming abiertos. Ahí un aumento a 16 GB sí puede ser casi obligatorio. Pero incluso en ese caso conviene evitar el pánico: comparar precio por gigabyte, ignorar kits carísimos solo por RGB y disipadores gigantes, vigilar ofertas y combos con placa base. Entre promociones y mercado de segunda mano todavía es posible actualizar sin hipotecar el mes entero.

Si estás montando un PC nuevo desde cero, hay otro tema que muchos entusiastas odian admitir: un buen equipo premontado puede tener sentido. Grandes integradores firmaron contratos de compra de memoria antes de los últimos picos, y parte de esos costes más bajos siguen reflejados en los precios finales. Cuando sumas placa, CPU, GPU, RAM, fuente, caja, refrigeración, tiempo y envío, no es raro que un premontado con 32 GB de DDR5 y una GPU decente no salga mucho más caro que comprar todo por separado. Y a veces, directamente más barato.

Ciclos, memes y expectativas

La sensación de hartazgo que se ve en los comentarios va más allá de la RAM. Da la impresión de que todo sube a la vez: gráficas cada vez más caras, SSD que ya no son tan baratos como hace un par de años, discos duros que han dejado de ser chollos. De ahí nace el meme de que “no tendrás nada y serás feliz”, que hace gracia en Twitter, pero no tanto cuando miras el carrito de la tienda.

Si miramos un poco de perspectiva, el mercado de hardware siempre ha funcionado por olas. Tuvimos la ola de la minería, la de la escasez de chips, la de los lanzamientos de nuevas consolas y ahora la de la IA. Cada ola distorsiona precios y disponibilidad unos años y luego se va desinflando. Muchos analistas apuntan a 2026 como fecha probable para que el mercado de memoria esté algo más equilibrado, con nuevas fábricas operativas y un crecimiento de la IA menos explosivo. No es una garantía, pero sí un recordatorio: ningún pico dura eternamente.

Lo único que el jugador controla de verdad es cómo se coloca dentro de ese ciclo. Puedes seguir el juego de “toca actualizar porque hay generación nueva” o puedes exprimir más tu hardware, comprar usado, saltarte una generación de GPU o de RAM completa. Un boicot silencioso, hecho desde el sentido común, suele doler más que cualquier campaña ruidosa que luego nadie cumple.

Menos fantasía de boicot global, más estrategia propia

En resumen, un boicot a la RAM liderado por gamers no va a forzar a la industria a bajar la DDR5 mientras sus clientes más rentables sigan siendo los centros de datos y la IA. Ese es el eje del negocio hoy, nos guste o no. Lo que sí podemos hacer es dejar de comportarnos como si cada anuncio de producto nuevo fuera una obligación de compra.

Tratar cada upgrade como una decisión estratégica – no como un reflejo – , preguntarse qué cuello de botella tiene realmente tu PC, comparar opciones como premontados o segunda mano y aceptar que, a veces, la jugada ganadora es esperar, no comprar, es mucho más efectivo que colgar un eslogan de boicot en un foro. La DDR5 no va a volverse barata de la noche a la mañana, pero al menos podrás evitar pagar siempre el precio máximo justo en el peor momento.

En un mercado donde los gamers han dejado de ser el centro de la película, quizá la forma más madura de protesta ya no es prometer que “no comprarás nada nunca más”, sino comprar menos, mejor y solo cuando realmente tiene sentido.

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