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Más nits o menos reflejos: qué importa de verdad para ver la pantalla del móvil

por ytools
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Si le quitas toda la capa de marketing a un móvil moderno, al final te queda una verdad bastante simple: lo más importante del teléfono es la pantalla. No es la cámara de 200 megapíxeles, ni el procesador con nombre de nave espacial, ni siquiera el cargador ultrarrápido. Es ese rectángulo de vidrio y píxeles que miras cientos de veces al día, el que usas para leer mensajes, mirar mapas y pelearte con el reflejo del sol en plena calle.
Más nits o menos reflejos: qué importa de verdad para ver la pantalla del móvil
Y justo ahí aparece la gran pregunta de 2025: para ver bien la pantalla al aire libre, ¿vale más un brillo brutal o un buen recubrimiento antirreflejos?

En casi todo lo demás, las pantallas de los gama alta ya rozan el techo. Resoluciones tan altas que ya no ves píxeles, paneles OLED con negros profundos, tasas de refresco de 120 Hz, modos de color bien calibrados y contrastes casi infinitos. Es decir, la calidad de imagen como tal, en términos de nitidez y color, hace tiempo que dejó de ser un drama. Pero cuando sales a la calle y el sol golpea el cristal, da igual cuántos hercios tengas: lo que manda es cuánta luz puede generar el panel y cuánto se comporta la pantalla como un espejo.

Para entender de verdad qué pesa más, hemos puesto frente a frente tres pesos pesados de la temporada. Por un lado, el Samsung Galaxy S25 Ultra, con cristal Corning Gorilla Armor y el recubrimiento antirreflejos DX que Samsung lleva usando como argumento de venta desde la generación anterior. En la otra esquina, el Apple iPhone 17 Pro Max, con un vidrio de baja reflectancia diseñado por Apple, menos agresivo pero igualmente pensado para reducir brillos. Y, como tercer invitado, el OnePlus 15, el nuevo “rey” del brillo que presume de cifras de laboratorio espectaculares, pero que no incorpora un tratamiento antirreflejos tan avanzado.

Sobre el papel, los tres son máquinas. Paneles OLED grandes, resolución más que suficiente, interfaces que se mueven con una suavidad ridícula y colores que, bien ajustados, compiten sin problema con muchos monitores. Si sólo miras los números, podrías pensar que la batalla está empatada. Sin embargo, basta con salir de la oficina y plantarte bajo el sol de mediodía para que los matices salten a la vista: no todos los nits se aprovechan igual, y no todo el vidrio refleja de la misma forma.

Para analizarlo con un poco de rigor, conviene separar dos variables que muchas veces se meten en el mismo saco. La primera es el brillo máximo, medido en nits, esa cifra que las marcas colocan en letras gigantes en las diapositivas de presentación. Es la fuerza con la que el panel proyecta su imagen. La segunda es el control de reflejos: qué cantidad de luz del entorno rebota en el cristal y vuelve hacia tus ojos. Esto es el ruido. Puedes imaginarlo como una canción: subir el brillo es subir el volumen de la música, mientras que mejorar el antirreflejo es bajar el volumen del bar donde estás.

En nuestras mediciones de laboratorio ambas cosas se cruzan en un parámetro clave: el APL, o “Average Picture Level”. Simplificando, el APL mide qué porcentaje de la pantalla está emitiendo una señal brillante en un momento dado. Un patrón de prueba con 100 % APL es una pantalla completamente blanca, como una página de notas. Un patrón de 20 % APL se parece mucho más al uso real: partes claras, partes oscuras, fotos, texto, botones y barras de navegación repartidos por la interfaz.

¿Por qué es importante? Porque los teléfonos no dan su máximo brillo con el panel totalmente blanco, sino con contenidos mixtos. Por eso usamos especialmente la referencia de 20 % APL. Ahí es donde el OnePlus 15 rompe la tabla: en nuestras pruebas llega en torno a los 3470 nits, un valor que hace unos años sólo veíamos en televisores de gama alta. El iPhone 17 Pro Max se queda alrededor de los 2690 nits, que sigue siendo una cifra excelente. Y el Galaxy S25 Ultra ronda los 2370 nits, suficiente para la etiqueta de “muy brillante”, aunque por debajo de sus dos rivales en números puros.

Cuando pasamos a 100 % APL – la típica pantalla blanca de navegador, correo o ajustes – , los tres bajan un peldaño, como es normal en cada panel OLED que intenta controlar el calor y el consumo. Aun así, el orden se mantiene: OnePlus arriba, iPhone en medio, Galaxy algo por debajo. En colorimetría, en cambio, el partido queda prácticamente en tablas. Temperaturas de color cercanas a los 6500 K, curvas de gamma sobre 2,2 y errores Delta E en su mayoría por debajo de 2 hacen que, para el ojo humano, ninguno de los tres dé problemas ni en fotos ni en vídeo.

Si sólo mirásemos esa tabla, parecería que el debate está cerrado: el OnePlus 15 es el campeón, fin de la historia. Más brillo significa mejor visibilidad, ¿no? Pues no siempre. Las gráficas son una cosa y la calle, otra muy distinta. Así que tocaba hacer lo más importante: dejar las gráficas a un lado, poner los tres móviles juntos, subir el brillo al máximo y salir a buscarnos la vida bajo el sol.

En cuanto sales a la luz directa, lo primero que notas en el OnePlus 15 es que sí, es un foco. La interfaz parece pegar un salto hacia ti, el texto destaca mucho y las fotos HDR se ven espectaculares. Se nota que hay músculo. Pero casi al mismo tiempo te encuentras con la cara B: el cristal refleja muchísimo. Tu rostro, el cielo, los edificios, los coches… todo se ve con claridad sobre la pantalla. El contenido está ahí, pero compartiendo protagonismo con un espejo portátil. El brillo ayuda, pero no logra borrar esa capa de reflejos que tienes por delante.

Con el Galaxy S25 Ultra la historia cambia. Su Gorilla Armor con recubrimiento DX no hace magia – no desaparecen todos los reflejos – , pero sí atenúa de forma evidente la intensidad del brillo que viene de fuera. Tu entorno se sigue viendo, pero más apagado, menos dominante. La sensación es que el contenido se acerca a la superficie del cristal y que hay menos “niebla” de reflejos por encima. El iPhone 17 Pro Max adopta un enfoque parecido, aunque algo más suave. Reduce reflejos respecto a un vidrio normal, pero no llega al nivel de agresividad de Samsung. Aun así, en los tres, cuando miras los mismos contenidos en paralelo, el ojo se relaja mucho más con los modelos que apuestan por el antirreflejo.

Lo interesante es lo que ocurre cuando dejas de jugar al máximo. Nadie usa el móvil 12 horas al día con el brillo a tope. Cansa la vista, quema batería y a veces hace subir la temperatura del teléfono. Al bajar el brillo a niveles más realistas, el OnePlus 15 vuelve a comportarse como un espejo caro: ves el texto, pero compitiendo con tu reflejo. En cambio, el Galaxy S25 Ultra y el iPhone 17 Pro Max mantienen una legibilidad bastante buena aun con el control deslizante un par de pasos por debajo. No es que generen más luz; es que dejan entrar menos luz ajena.

Para exagerar todavía más la diferencia, probamos también algo poco habitual, pero revelador: mirar las pantallas desde ángulos extremos. Nadie usa el móvil a 70 u 80 grados de inclinación, pero ese tipo de pruebas estiran los límites y dejan claro cómo trabaja la superficie del cristal. En el OnePlus 15, al inclinarlo mucho, la interfaz se difumina y lo que domina es el reflejo del entorno. En el iPhone aguanta un poco más, pero el efecto espejo acaba imponiéndose. En el Galaxy S25 Ultra, sin embargo, todavía se pueden distinguir iconos y letras con cierta comodidad.

Es verdad que ese test es algo teatral, pero sirve para ilustrar un punto clave: un buen recubrimiento antirreflejos no elimina el brillo ambiental, pero lo reparte y lo suaviza. No convierte la pantalla en un panel mate tipo e-reader, pero sí cambia el contraste entre lo que emite la pantalla y lo que refleja el vidrio. Y, en el día a día, esa diferencia puede marcar si puedes contestar un mensaje sin entornar los ojos o tienes que girar el móvil buscando el único ángulo donde no te moleste nada.

Brillo, además, es un recurso caro. Los picos escandalosos que vemos en las presentaciones no se mantienen para siempre. Un OLED empujado al límite se calienta, y a la vez el procesador, el módem y el resto de componentes también generan calor. Para evitar daños y alargar la vida útil del panel, el sistema recorta automáticamente la intensidad después de cierto tiempo bajo el sol. Es ese momento en el que notas que el teléfono quema un poco y, de repente, la pantalla ya no se ve tan potente como hace cinco minutos.

La segunda factura del brillo extremo se paga en autonomía. La pantalla es el componente que más batería consume con diferencia, y subir el brillo es como pisar el acelerador de un coche en tercera. Funciona, pero el combustible baja a otra velocidad. Un buen tratamiento antirreflejos, en cambio, está siempre ahí, funcionando en silencio, sin gastar un solo miliamperio. Mejora la visibilidad tanto si llevas el brillo al máximo en la calle como si lo tienes a la mitad en la oficina o casi al mínimo en la cama.

Eso sí, tampoco el antirreflejo es inmortal. A diferencia del bloque de vidrio, que es duro y bastante homogéneo, muchas capas antirreflejos son estructuras muy finas en la superficie. El roce contra el bolsillo, los granos de polvo, la arena, los paños de limpieza agresivos o, simplemente, años de uso constante acaban dejando su huella. Ya hay usuarios de Galaxy S24 Ultra que reportan que, tras un año, notan la pantalla algo más brillante y reflectante que el primer día. No es una epidemia, pero es un recordatorio: también el antirreflejo es, en cierto modo, una pieza que se va desgastando.

Ahí es donde entra en juego el tipo de usuario. Si cambias de móvil cada doce meses, probablemente nunca verás el recubrimiento llegar a ese punto. Pero si eres de los que estiran el teléfono cuatro o cinco años, sí te interesa pensar en cómo va a envejecer el cristal
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. Un tratamiento muy agresivo, que impresiona muchísimo los primeros meses pero pierde parte de su efecto con el paso del tiempo, puede ser menos atractivo que uno más moderado pero estable. Y es un argumento que muchos usuarios repiten: prefieren consistencia a largo plazo antes que un “wow” inicial que se esfuma.

La estrategia de Apple parece ir precisamente por ahí. El vidrio del iPhone 17 Pro Max no lleva el antirreflejo al extremo, pero ofrece un equilibrio interesante entre reducción de reflejos y sensación de robustez. No presume tanto en las gráficas, pero está pensado para sobrevivir a años de uso sin volverse una bola de espejos. Samsung, en cambio, ha decidido apostar fuerte, convertir Gorilla Armor y su recubrimiento DX en parte clave de la identidad de la gama Ultra. Los dos, eso sí, coinciden en algo importante: si ambas compañías, tan distintas en estilo, se toman el antirreflejo en serio, es porque el efecto en la experiencia real es evidente.

En este debate también se cuela un invitado técnico: el famoso vidrio con nanotextura. Apple ya lo utiliza en algunos monitores, con una superficie microtexturizada que rompe reflejos directos de luz. Llevado al móvil suena tentador: una pantalla que casi nunca se ve como un espejo. El problema es que esa textura no sólo difunde la luz que viene de fuera, sino también la que emiten los propios píxeles. Si te pasas con el “esmerilado”, pierdes definición y contraste fino. En una pantalla grande, puesta a cierta distancia, puede tolerarse. En un smartphone, a pocos centímetros de los ojos, cualquier pérdida de nitidez canta al instante.

Desde el otro lado, la apuesta de OnePlus es muy reconocible: ganar la guerra del titular. Decir “tenemos la pantalla más brillante” vende mucho. Es una cifra fácil de recordar, que queda bien en la caja y en los vídeos de YouTube. El problema es que, cuando aterrizas en el uso real, esa ventaja se diluye si no va acompañada de un control serio de los reflejos. Es un poco como poner un motor de carreras en un coche con neumáticos de juguete: impresiona en la ficha técnica, pero no siempre termina primero en la vida real.

Hay otro detalle que suele arruinar el trabajo de los ingenieros y del que casi nadie habla: los protectores de pantalla. Mucha gente paga un dineral por un móvil con cristal especial y, nada más sacarlo de la caja, le pega encima un vidrio templado barato y superbrillante. Resultado: todo el efecto antirreflejo del panel original queda prácticamente anulado. Si te compras un Galaxy S25 Ultra o un iPhone 17 Pro Max precisamente por cómo gestionan los reflejos, tiene poco sentido cubrirlo con una lámina que se comporta como un espejo puro. Elegir bien el tipo de protector o, directamente, asumir el riesgo de ir sin él, forma parte de la ecuación.

Mirando al futuro, el siguiente salto lógico será integrar las propiedades antirreflejos más profundamente en la propia estructura del cristal, y no tanto en capas superficiales fáciles de erosionar. Eso puede llegar mediante nuevos materiales, combinaciones multicapa o microestructuras más finas, que consigan reducir reflejos sin sacrificar nitidez ni contraste. El sueño sería un móvil que una el brillo máximo de algo como el OnePlus 15 con la gestión de reflejos del Galaxy S25 Ultra, pero de forma tan estable que siga comportándose igual de bien dentro de cinco años.

Mientras tanto, al usuario de a pie le toca elegir con la cabeza fría. No basta con mirar un número de nits gordo en la ficha técnica y ya. Hay que fijarse en cómo se comporta la pantalla bajo el sol, qué dicen las pruebas comparativas, cómo describen otros usuarios su experiencia después de meses de uso. A la hora de la verdad, la pantalla más “visible” no es la que lanza más luz, sino la que mejor equilibra esa luz con un vidrio que no se empeña en devolverle el puesto de protagonista al entorno.

Después de convivir con estos tres modelos, la conclusión es clara: la visibilidad al aire libre no depende de un solo factor milagroso. Hace falta un panel con buena reserva de brillo y un cristal que sepa domar los reflejos. En ese equilibrio, el Galaxy S25 Ultra parece hoy el paquete más completo, con un reparto muy convincente entre potencia y antirreflejo. El iPhone 17 Pro Max le pisa los talones con una apuesta algo más conservadora, pero muy coherente para quien quiere mantener el mismo móvil varios años. El OnePlus 15 demuestra hasta dónde se puede llevar un OLED de bolsillo en términos de nits, pero también que la física no perdona: si el cristal brilla demasiado, ninguna cifra récord de brillo consigue que deje de parecer un espejo en pleno verano.

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