Era of Ruin, la nueva antología de la serie Horus Heresy, ha sacudido a la comunidad de Warhammer 40K con una revelación escalofriante sobre la verdadera naturaleza del Emperador y del Trono Dorado. En el cuento final, El Señor Carroñero del Imperium de Aaron Dembski-Bowden, se destruye brutalmente la ilusión que se ha mantenido durante décadas.
Para muchos fanáticos, el Emperador es la figura icónica creada por John Blanche: un dios moribundo sentado en un trono majestuoso, imponente y casi divino.
Pero, ¿y si esa imagen no fuera más que una fachada, una propaganda destinada a los peregrinos y tal vez también a nosotros, los lectores?
En el relato, Diocletian Coros, un miembro de los Custodios, entra en una cámara secreta en el corazón del Palacio Imperial. Lo que encuentra allí está lejos de la imagen glorificada: paredes orgánicas, cables colgando como intestinos, niebla preservadora en el aire y un trono que no es más que una silla macabra, con un cuerpo casi muerto sostenido por tecnología que lo mantiene vivo, alimentado cada día por las almas de los psykers.
Esta aterradora visión recuerda inquietantemente a una ilustración olvidada de 1987 en el primer libro de reglas de Rogue Trader. Allí ya se veía al Emperador en un estado lamentable, conectado a máquinas y rodeado de Custodios con cascos negros. ¿Podría ser que Games Workshop esté convirtiendo esa visión en canónica?
El propio John Blanche explicó que su arte no tenía la intención de mostrar la verdadera forma del Emperador, sino lo que los fieles pensaban ver. El autor Dan Abnett fue aún más lejos, poniendo en duda la existencia misma del trono tal como lo conocemos. Ahora, Era of Ruin conecta estas ideas: el Emperador ya no es un mártir, sino un monstruo alimentado por mentiras y sufrimiento.
Quizás ya no sufra. Tal vez lo disfrute. Y ahí es donde radica el verdadero horror del 41º milenio.