Samsung presenta el Galaxy Z TriFold como su juguete tecnológico más llamativo: un móvil que se abre en tres partes, mezcla de smartphone y tablet, pensado para llamar la atención tanto como para trabajar. En Corea del Sur sale a la venta el 12 de diciembre y, hasta hace poco, la historia era simple: el plegable más ambicioso de la marca y un escaparate de todo lo que Samsung sabe hacer en pantallas flexibles. Sin embargo, unos días antes del lanzamiento han aparecido los primeros resultados de Geekbench 6, y el relato del superflagship perfecto ha empezado a tambalearse.
Según los datos filtrados, el Galaxy Z TriFold rinde claramente por debajo de los valores oficiales del Snapdragon 8 Elite, el chip que da vida al dispositivo. 
Que un móvil comercial se quede algo corto frente a las cifras de laboratorio del SoC es lo normal: hay limitaciones térmicas, políticas de ahorro de energía y decisiones de diseño que penalizan el máximo rendimiento a cambio de autonomía y seguridad. El problema es el tamaño del recorte. En mononúcleo el TriFold se queda aproximadamente un 9,6 % por debajo, mientras que en multinúcleo la diferencia ronda el 12,6 %. Para un aparato que se vende como lo mejor de lo mejor, son porcentajes que hacen ruido.
Todo esto se vuelve todavía más polémico cuando recordamos que Samsung ni siquiera ha montado el silicio más nuevo disponible. En vez del último Snapdragon, la compañía ha optado por el Snapdragon 8 Elite, un tope de gama que ya mira de reojo a su sucesor. Un directivo llegó a decir que esta decisión se tomó para poder entregar un producto muy pulido y terminado, como si usar un chip de nueva generación fuese incompatible con sacar un teléfono estable. Sobre el papel suena bonito; en la práctica, muchos ven detrás de esa explicación una mezcla de reducción de costes y menor presión en el departamento de ingeniería.
Los números de Geekbench 6 hacen esa narrativa todavía más difícil de sostener. Si el objetivo era apostar por una plataforma madura para exprimirla al máximo, lo lógico sería ver resultados cerca de las cifras oficiales
. En cambio, el TriFold parece renunciar de entrada a una parte del potencial del Snapdragon 8 Elite. Puede haber motivos técnicos razonables: diseño tri-plegable con poco margen para disipar calor, perfiles agresivos de ahorro de batería o un firmware que todavía está a semanas de estar completamente optimizado. Pero al usuario medio le llega un mensaje mucho más simple: un plegable de más de dos mil cuatrocientos dólares que, en los gráficos de rendimiento, no impresiona tanto.
Conviene, aun así, entender qué tipo de público busca Samsung con este dispositivo. El Galaxy Z TriFold no está pensado para quien vive pendiente del último FPS en Fortnite móvil o del ranking de teléfonos en AnTuTu. Es un aparato de vitrina, un capricho tecnológico y una herramienta de productividad para quienes valoran la experiencia tanto como las especificaciones. El encanto está en sacar del bolsillo un ladrillo aparentemente grueso y, con un par de gestos, convertirlo en una pantalla de 10 pulgadas donde caben varias apps a la vez, documentos, correos y notas. Para ese perfil, la fluidez del sistema, la gestión de ventanas y la sensación de mini ordenador importan más que unos cuantos puntos extra en un benchmark sintético.
En cuanto al hardware visible, el TriFold no decepciona. Abierto, mide 159,2 x 214,1 x 3,9–4,2 mm y se comporta como una especie de tablet ultrafina. Cerrado, el grosor sube hasta 12,9 mm; mucho para un móvil normal, pero comprensible si pensamos en las tres capas de pantalla y el mecanismo interno de bisagras. La pantalla interior es un panel Dynamic LTPO AMOLED de 10 pulgadas con resolución de 2.160 x 1.584 y brillo máximo de 1.600 nits. La exterior es una FHD+ Dynamic LTPO AMOLED de 6,5 pulgadas con 2.520 x 1.080 píxeles y hasta 2.600 nits de pico, más que suficiente para seguir leyendo incluso a pleno sol.
Ambos paneles ofrecen tasa de refresco variable entre 1 y 120 Hz. Eso permite animaciones muy suaves al navegar y, al mismo tiempo, bajar la frecuencia a 1 Hz cuando solo estás leyendo o mirando una foto, ahorrando batería. En el interior, el Snapdragon 8 Elite se combina con 16 GB de RAM, una cifra que suena más a portátil que a móvil y que debería permitir multitarea pesada sin despeinarse. La batería de 5.600 mAh se encarga de alimentar todo el conjunto y admite carga rápida por cable de 45 W, un equilibrio razonable si tenemos en cuenta que, aquí, no solo se ilumina una pantalla, sino varias superficies a la vez.
En resistencia, Samsung se apoya en una certificación IP48. No es un pase libre para tirarlo a la piscina, pero sí una garantía básica contra polvo y salpicaduras. En un dispositivo con varias bisagras y panel flexible, cada junta es un punto crítico; conseguir cualquier tipo de protección oficial ya supone un reto de ingeniería. Aun así, muchos potenciales compradores sentirán respeto a la hora de sacar un gadget tan caro bajo la lluvia o encima de una mesa mojada.
El apartado fotográfico también busca estar a la altura de un producto aspiracional. El módulo trasero combina una cámara principal de 200 MP, un ultra gran angular de 12 MP y un teleobjetivo de 10 MP para zoom óptico. Para selfies y videollamadas, hay cámaras de 10 MP tanto en la pantalla interna como en la externa, de forma que puedes elegir el modo más cómodo según tengas el TriFold abierto o cerrado. Unido al gran panel interior, el dispositivo se presta a ser un pequeño estudio portátil: más espacio para líneas de tiempo de vídeo, corrección de color, controles táctiles y vista previa.
Al final, el Galaxy Z TriFold deja una sensación de producto en conflicto consigo mismo. Como objeto de diseño y demostración tecnológica, es fascinante. Como símbolo de estatus, cumple: quien lleve algo así en el bolsillo deja claro que es early adopter. Pero como bandera absoluta del catálogo, con un precio muy alto y un chip de generación anterior que ni siquiera rinde al máximo, resulta difícil de defender frente a usuarios que miran fríamente la relación entre rendimiento y dinero. Para quienes, en cambio, buscan sobre todo una nueva forma de usar el móvil, con multitarea real en un formato flexible y un toque de ciencia ficción en el día a día, el TriFold puede convertirse en el gadget más interesante, aunque no perfecto, del año. Las actualizaciones de software podrán ajustar cifras, pero el mensaje de partida es claro: este es un experimento de lujo dirigido a quienes valoran diseño y experiencia por encima de los récords en las gráficas de rendimiento.