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Hollow Knight: Silksong – dificultad extrema y la guerra del ‘git gud’

por ytools
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Hollow Knight: Silksong por fin llegó tras seis años de espera y el lanzamiento fue un auténtico boom: cientos de miles de jugadores en Steam al mismo tiempo, reseñas “Muy positivas” y una ola de entusiasmo inicial.
Hollow Knight: Silksong – dificultad extrema y la guerra del ‘git gud’
Sin embargo, junto con la euforia apareció un debate encendido: ¿la dificultad del juego es parte de su esencia artística o se pasa de la raya? Y, sobre todo, ¿por qué cada crítica es tachada automáticamente de llanto y contestada con un “git gud”?

La historia suena conocida. Igual que ocurrió con los títulos de FromSoftware, el ciclo se repite: primero la adoración, después las quejas de que el juego es demasiado difícil y, acto seguido, la ola de respuestas burlonas que reducen todo a un “te falta habilidad”. Silksong ya está atrapado en esa misma dinámica.

Los críticos señalan varios puntos: los famosos “runbacks”, esos trayectos eternos para volver a un jefe después de morir; enemigos comunes que quitan demasiada vida; una economía del juego muy limitada y jefes intermedios que aparecen demasiado pronto, frenando el avance cuando todavía no se tienen las herramientas necesarias. Para ellos, esto no es dificultad justa, sino dificultad inflada artificialmente.

Pero la otra mitad de la comunidad aplaude justamente lo contrario. En foros y Reddit abundan hilos con miles de votos que defienden que Silksong tiene que ser difícil, que así fue concebido. Veteranos del primer Hollow Knight celebran tener que reaprender mecánicas nuevas en lugar de repetir los viejos reflejos. Para ellos, la curva de aprendizaje es dolorosa, sí, pero también parte del atractivo.

Y ahí aparece la eterna frase “git gud”. Para algunos es un chiste, para otros una manera de descalificar cualquier argumento. “Criticar no es odiar”, responden muchos jugadores. Dicen que hablar de problemas de balanceo, de progreso o de recompensas no significa atacar al estudio, sino aportar feedback real. Lo frustrante, aseguran, es que todo comentario se despacha con un “es tu culpa por no saber jugar”.

El tema de la accesibilidad también entró de lleno en la discusión. Jugadores con limitaciones físicas o con menos tiempo libre piden opciones de dificultad. Para ellos, eso no arruinaría la visión del juego, sino que permitiría que más gente lo disfrutara. “Cada persona tiene un umbral distinto de frustración”, escribió un fan, “y tener ajustes de dificultad ayuda a que cada uno encuentre su punto cómodo”. Los puristas, en cambio, creen que debe quedarse así: duro y sin concesiones, porque ya sobran juegos fáciles en el mercado.

Otro aspecto criticado es el ritmo. Algunos sienten que las mejoras llegan con cuentagotas, que las recompensas de los jefes no valen lo suficiente y que el progreso puede quedarse estancado durante horas. “Es un juego de 10 horas estirado a 30”, resume un comentario. Aunque la ambientación y el acabado son impecables, el pacing genera división.

Aun así, muchos jugadores hablan del momento en que todo “hace clic”: desbloqueas un movimiento nuevo y de repente los combates fluyen, los niveles se sienten como una coreografía y lo que antes parecía imposible se convierte en pura adrenalina. Lo comparan con aprender a tocar una canción: primero torpe y caótico, luego natural y hasta adictivo. Para ellos, esa dificultad es la esencia de la recompensa, como ocurrió con Radhan en Elden Ring: insoportable al principio, épico al final.

La conclusión es que Silksong divide y fascina a partes iguales. Unos creen que los juegos deben ser un reto pero sin convertirse en tortura; otros sostienen que la dificultad es intocable y forma parte del mensaje artístico. Y también están los que simplemente dicen “no es para mí” y pasan página. Quizás esa sea la postura más sana.

Lo que está claro es que Silksong ya no es solo una secuela: es un fenómeno cultural. Su éxito está asegurado, pero la polémica lo convierte en un espejo de cómo entendemos la dificultad, la accesibilidad y hasta el orgullo gamer. Mientras siga viva la discusión, Silksong será mucho más que un videojuego: será tema de conversación.

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