Hubo un momento en que Huawei parecía imparable. Teléfonos con gran diseño, hardware potente y precios accesibles hicieron que la marca china se colocara como una verdadera alternativa frente a Samsung y Apple. Para muchos, Huawei no era solo otro fabricante: representaba la posibilidad de desafiar a los gigantes de la industria.
Yo aún recuerdo mi primer Huawei, y esa sensación de tener un smartphone completo de verdad nunca se olvida.
Pero todo cambió con el veto de Estados Unidos. Más allá de perder presencia en el mercado norteamericano, el golpe real fue la pérdida de los servicios de Google. Sin Gmail, YouTube ni Play Store, los móviles de Huawei dejaron de ser viables para la mayoría de los usuarios fuera de China.
El declive fue inmediato. Incluso en mercados emergentes, donde Huawei dominaba por su buena relación calidad-precio, la compañía cedió terreno. Xiaomi, Oppo, Vivo y otras marcas ocuparon rápidamente su lugar. El público no estaba dispuesto a abandonar Android o iOS.
Aun así, Huawei no se rindió. En China apostó por HarmonyOS, su propio sistema operativo, que hoy conecta no solo smartphones, sino también relojes, tablets y otros dispositivos. La integración es fluida y en algunos aspectos supera incluso al ecosistema de Apple. Y la ambición no desapareció: Huawei fue la primera en lanzar un móvil con triple pliegue, y ahora prepara el nuevo Mate XTs.
En el escenario global, sin embargo, Huawei ya no tiene el peso de antes. Mientras todos hablan de la serie Galaxy Z Fold de Samsung, las innovaciones de Huawei quedan en gran parte restringidas al mercado chino. Importar un Huawei es posible, pero ¿quién está dispuesto a abandonar Android o iOS del todo?
Esa es la parte agridulce. Huawei sigue fabricando dispositivos de altísimo nivel, pero la oportunidad de pelear de tú a tú con Apple y Samsung ya quedó atrás. Para quienes vivimos sus años dorados, solo queda decir: cómo se extraña a Huawei.