El sector de los semiconductores podría estar frente a un giro inesperado: según nuevos reportes, Intel estaría en conversaciones preliminares con AMD para convertirla en cliente de sus fábricas. El acuerdo giraría en torno a los procesos de próxima generación 18A y 14A, tecnologías con las que Intel pretende recuperar terreno perdido y demostrar que puede competir de nuevo en la élite de la manufactura de chips.
En los últimos meses, Intel ha intensificado su estrategia de reposicionamiento.
Ya no quiere ser vista únicamente como diseñadora de CPUs, sino también como proveedora global de servicios de foundry a través de Intel Foundry Services (IFS). Este cambio de rumbo cuenta además con un respaldo político fuerte: la administración Trump ha impulsado de manera directa el fortalecimiento de la producción nacional de chips, colocando a Intel en el centro del plan. Así, grandes nombres como Apple, NVIDIA e incluso AMD aparecen como potenciales socios estratégicos.
A primera vista parece una idea descabellada: AMD e Intel llevan décadas enfrentadas en el mercado de procesadores. Sin embargo, no sería la primera vez que cooperan. En 2018 trabajaron juntas en el proyecto Kaby Lake-G, que combinaba CPUs de Intel con GPUs Radeon Vega. Ese antecedente demuestra que, cuando hay beneficios mutuos, la competencia puede dar paso a la pragmática.
Para AMD, depender casi por completo de TSMC implica riesgos. Sus chips más avanzados, como los EPYC para servidores, están atados a los nodos de la taiwanesa. Con los costos en alza y las tensiones geopolíticas aumentando, tener una alternativa en Estados Unidos podría ser estratégico. Analistas señalan que, de concretarse, es más probable que AMD traslade a Intel piezas secundarias como los I/O dies en lugar de confiarle sus núcleos principales.
El gran dilema es la confianza. Intel acumula una larga lista de retrasos y tropiezos en la transición a nuevas tecnologías de fabricación, desde el fiasco del 10nm hasta la lenta adopción del 7nm. Por eso, muchos ven las promesas alrededor de 18A y 14A más como un grito de auxilio que como un signo de solidez. Para algunos críticos, lo que busca Intel al cortejar a AMD no es tanto negocio inmediato, sino legitimidad para su modelo de foundry.
En lo político, un acuerdo con AMD sería un triunfo para Washington, reforzando la narrativa de independencia tecnológica frente a Asia. En lo empresarial, en cambio, AMD tendría que medir bien los riesgos de enemistarse con TSMC, su socio más confiable hasta ahora. El equilibrio entre diversificación y lealtad será clave.
Lo único claro es que Intel apuesta a una estrategia dual: recuperar el liderazgo tecnológico y, al mismo tiempo, consolidarse como foundry de peso mundial. Si AMD acepta o no es incierto, pero el hecho de que las conversaciones existan ya refleja lo mucho que está cambiando el mapa de poder en la industria.