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Intel Panther Lake Arc B390: el iGPU filtrado que planta cara al Radeon 890M y a las dGPU de entrada

por ytools
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Durante años, hablar de gráfica integrada de Intel era casi sinónimo de abrir el juego en «bajo», bajar la resolución y cruzar los dedos. Con el Panther Lake Arc B390 el relato empieza a cambiar.
Intel Panther Lake Arc B390: el iGPU filtrado que planta cara al Radeon 890M y a las dGPU de entrada
Un nuevo registro en la base de datos de PassMark adelanta un iGPU de nueva generación que no solo deja atrás a las soluciones anteriores de la propia Intel, sino que se atreve a mirar de tú a tú a los iGPUs RDNA 3.5 de AMD, con el Radeon 890M como rival directo. Si estos números se confirman en equipos reales, el panorama de ultrabooks y consolas portátiles de PC puede dar un giro interesante.

El Arc B390 apunta a ser la configuración estrella de la gráfica integrada en la próxima familia Intel Core Ultra Series 3 «Panther Lake». En su versión completa hablamos de hasta 12 núcleos Xe3 dedicados a GPU
Intel Panther Lake Arc B390: el iGPU filtrado que planta cara al Radeon 890M y a las dGPU de entrada
. Por debajo llegarían variantes como Arc B380, B370 y B360, con menos núcleos, pensadas para cubrir desde portátiles básicos hasta modelos finos de gama alta y handhelds con ambiciones gaming. El mensaje es claro: en Panther Lake la iGPU deja de ser un extra y pasa a ser parte central del producto.

Salto generacional en PassMark dentro de la casa Intel

El dato que encendió las alarmas en la comunidad es la puntuación de alrededor de 9453 puntos en el test gráfico de PassMark para el Arc B390. Para un chip integrado, esa cifra no es precisamente discreta. A modo de referencia, el Arc 140V de Lunar Lake, con 8 núcleos Xe2, ronda los 5173 puntos. En términos puramente sintéticos, eso implica un salto de alrededor de 83 % entre generaciones en el mismo tipo de segmento.

Algo parecido ocurre con el Arc 140T, basado en Xe+ con 8 núcleos, que se queda cerca de los 5635 puntos. Frente a él, el B390 se sitúa alrededor de 67 % por encima. No hablamos solo de retoques menores: al menos en esta prueba concreta, Xe3 se comporta como un salto de arquitectura en toda regla.

La comparación se vuelve todavía más jugosa cuando entra en juego la vieja gama de gráficas discretas de entrada de Intel. La Arc A380, con 8 núcleos Alchemist, se mueve en torno a los 6295 puntos. El B390, siendo una iGPU, se coloca aproximadamente un 50 % por delante. Incluso la Arc A530M, una GPU móvil con los mismos 12 núcleos, pero de anterior generación, queda un 18 % por detrás. Traducido: el nuevo iGPU estrella de Panther Lake empieza a canibalizar el papel de las dGPUs más modestas de Intel.

Cara a cara con Radeon 890M: ¿fin del monopolio de AMD en iGPU potentes?

La gran incógnita, por supuesto, es cómo se posiciona Intel frente a AMD. Según el mismo listado, el Radeon 890M, un iGPU RDNA 3.5 de 16 Compute Units usado en APUs Ryzen Strix Point, se sitúa sobre los 8166 puntos. Si ponemos esa cifra frente a los 9453 puntos del B390, el resultado es de aproximadamente un 16 % de ventaja para Intel en este benchmark.

Hasta ahora, el 890M se veía como la referencia en rendimiento gráfico integrado en el mercado de portátiles de consumo. Que una iGPU de Intel aparezca por delante en PassMark es un cambio de narrativa importante. Eso sí, AMD no se queda de brazos cruzados: ya asoman en el horizonte variantes más rápidas para la serie Ryzen AI 400, conocida como «Gorgon», con frecuencias de GPU que apuntan en torno a los 3,1 GHz. Dependiendo de cómo AMD gestione el binning, los límites de potencia y el tipo de memoria, esa brecha puede recortarse o incluso invertirse.

En paralelo, en los debates técnicos se mencionan otros datos: ciertas configuraciones híbridas en la órbita de los 8060S llegan a marcar entre 22.500 y 24.000 puntos en PassMark Graphics, más del doble de lo que consigue el B390. Es decir, dentro del rango de portátiles «normales» el nuevo chip de Intel pinta muy bien, pero no es el techo absoluto de lo que puede ser una iGPU en todos los escenarios.

Cuando la sintética engaña: juegos reales, otra historia

Conviene poner freno al hype y recordar que PassMark no es el mundo real. El ejemplo más claro lo encontramos en el propio ecosistema de Intel: hoy por hoy, el Arc 140V parece claramente por detrás del Radeon 890M en las tablas del benchmark, pero en juegos de verdad, con drivers recientes y ajustes razonables, el 140V suele acercarse mucho e incluso superar al 890M en más de un título. El mensaje de fondo es evidente: el test no aprovecha igual de bien todas las arquitecturas, y Xe2 sale peor parado de lo que debería.

Que Xe3 luzca tan bien en la misma prueba puede deberse tanto a mejoras de arquitectura como a una optimización muy dirigida del propio software de Intel para sacar pecho en la nueva generación. Nada de esto invalida el avance, pero pone en contexto las cifras. Para los jugadores, lo que importa es cómo se traduce todo esto en FPS estables, tiempos de frame consistentes y compatibilidad con motores y juegos reales.

A todo ello se suma un clásico en la escena PC: las tablas sintéticas no siempre reflejan la jerarquía en juegos. Varios usuarios recuerdan que una Radeon 7600M en la práctica se acerca bastante más a una RTX 4060 de portátil que a una 3050, aunque algún gráfico de turno la pinte al revés. Los benchmarks sintéticos son una buena brújula inicial, pero no la sentencia final.

Potencia, memoria y la letra pequeña en portátiles y handhelds

Más allá de los puntos, el gran agujero de información del leak tiene nombre y apellidos: consumo. No se especifica en qué ventana de TDP se ha medido ese resultado del B390. Comparar un SoC de Intel funcionando casi como si fuera un equipo de sobremesa con un APU móvil de AMD limitado a 15 o 28 W es comparar peras con manzanas. Si hablamos de consolas portátiles o de ultrabooks finos, lo que realmente importa son los números en el rango de 7 a 16 W, no solo el modo turbo sin restricciones.

El otro gran factor es la configuración de memoria. Las iGPUs RDNA 3.5 se comportan de forma muy distinta según vayan acompañadas de módulos SO-DIMM convencionales o de LPDDR5X de alta velocidad, y con el Arc B390 será exactamente igual. La gráfica integrada usa la RAM del sistema como VRAM, así que la anchura de banda y las latencias tienen un impacto directo en el rendimiento. Cualquier comparación que no detalle tipo de memoria, frecuencia y canales activos está, como mínimo, incompleta.

Aun con estas incógnitas, el posicionamiento es evidente: Intel quiere que el B390 sea la cara visible de una nueva generación de portátiles finos y PC de mano capaces de jugar sin GPU dedicada. El soporte de tecnologías como XeSS 3 MFG, con reescalado y generación de frames, encaja perfectamente con resoluciones habituales en handhelds, donde doblar o triplicar la tasa de imágenes por segundo sin disparar el consumo es clave para la experiencia.

Lo que pide la comunidad: escalar Xe3 y pulir drivers

Como era de esperar, este adelanto ha disparado la imaginación de los entusiastas. Si 12 núcleos Xe3 integrados ya permiten que el B390 se acerque en sintéticos a soluciones como la Radeon 7600M y empiece a pisar el terreno de una RTX 3050 de portátil, la pregunta cae por su propio peso: ¿qué pasaría con una GPU de sobremesa con 32 o 48 núcleos Xe3, memoria GDDR7 y bus de 384 bits? La generación actual de Arc ha demostrado que Intel puede competir en relación rendimiento/precio; ahora muchos quieren ver ese potencial plasmado en una gama Battlemage o Xe3P/Celestial realmente madura.

En la hoja de ruta ya asoman nombres como Celestial combinado con CPUs Nova Lake. Si Xe3 es de verdad una evolución bien afinada de Xe2, tiene sentido esperar que cada salto de generación traiga no solo más potencia bruta, sino también una capa de software más estable, con menos sensación de estar probando una beta permanente. Ese, de hecho, es el gran deseo de la comunidad: menos promesas en diapositivas y más estabilidad en el día a día.

En este contexto, el Panther Lake Arc B390 se convierte en una especie de examen para Intel. Si en juegos reales, con límites de potencia razonables y memoria rápida, consigue mantener ventaja sobre el Radeon 890M y al mismo tiempo sale al mercado con drivers sólidos desde el día uno, AMD dejará de ser el único actor fuerte en el terreno de las iGPUs potentes. Para el usuario final, eso se traduce en más opciones y, con suerte, en portátiles y handhelds más interesantes a precios menos inflados.

Por ahora, lo único que podemos afirmar con seguridad es que el B390 pinta muy bien en la fotografía sintética: supera con claridad a varias generaciones anteriores de Intel, amenaza el dominio de AMD en iGPU y reabre una competición que llevaba años adormecida. El veredicto definitivo llegará cuando veamos equipos reales en las tiendas, con TDP declarado, configuración de memoria transparente y pruebas en juegos de verdad. Hasta entonces, no es el «asesino de APUs de AMD», pero sí una señal fuerte de que la guerra de la gráfica integrada ha vuelto a ponerse seria, para alegría de quienes quieren jugar sin gastar un dineral en una GPU dedicada.

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