Cuando IO Interactive, el estudio danés detrás de la aclamada saga Hitman, buscaba hacerse con la licencia de James Bond, decidió apostar por una jugada poco convencional. En lugar de limitarse a promesas vacías o presentaciones de PowerPoint, llevaron al mismísimo Agente 47 a un nuevo terreno: con la cabeza de Daniel Craig encima.
Una mezcla tan inesperada como efectiva, que dejó claro a los dueños de la franquicia que IO sabía cómo convertir a 007 en un protagonista creíble dentro de sus mundos.
El propio Hakan Abrak, CEO de IO y director de 007 First Light, reveló la anécdota. Para su pitch con MGM y Eon, insertaron un modelo digital del rostro de Craig en el cuerpo del implacable 47 y lo soltaron en Sapienza, uno de los niveles más icónicos de Hitman. Esa ciudad costera bañada por el sol, con su aire mediterráneo de postal y sus secretos oscuros, fue el escenario elegido para mostrar cómo el ADN de Hitman podía convertirse en una experiencia que encajaba de lleno con la esencia de Bond.
La idea era demostrar que un juego de James Bond no debía ser solo disparos y explosiones. Según Abrak, lo que IO quería transmitir era una fantasía completa, un “Bond de 360 grados”, donde también importan el carisma, el engaño, el ingenio y la forma en que el protagonista interactúa en espacios sociales. La pregunta era clara: ¿cómo se desenvolvería un Bond encantador en situaciones donde no tiene que recurrir a la violencia? Una visión que, en la práctica, encaja perfectamente con la herencia de 007.
Hitman ya había allanado ese camino. Sus niveles siempre ofrecieron múltiples enfoques: usar la fuerza bruta o perderse entre la multitud, infiltrarse en fiestas privadas, manipular encuentros románticos o sacar información con pura astucia. IO sabía que este enfoque encajaba como anillo al dedo con Bond, y Sapienza era la carta de presentación perfecta.
Eso sí, el truco de Craig fue solo un guiño divertido. Desde el primer día, IO tenía claro que 007 First Light no se centraría en copiar a actores o escenas de películas. Su meta era contar el origen de Bond, con un protagonista mucho más joven y en formación. Por eso eligieron a Patrick Gibson para interpretar a un James Bond de 26 años, un novato que todavía no es la leyenda elegante y segura de sí misma que conocemos, sino un espía en proceso de convertirse en 007.
Abrak lo explicó con franqueza: “Siempre hemos creado mundos y personajes originales. Era la primera vez que trabajábamos con un universo ajeno, así que teníamos que dejar nuestra huella creativa. No queríamos simplemente gamificar una película o poner a un Brosnan digitalizado. Tenía que ser un juego creado desde cero para jugadores, pero que se sintiera auténticamente Bond.”
El enfoque abre un territorio nuevo: un Bond que comete errores, improvisa y aprende. El jugador vivirá cómo poco a poco va encontrando su estilo, cómo enfrenta la presión, cómo se adapta a los lujos y a los riesgos, y cómo empieza a forjar la personalidad que lo convertirá en un agente icónico. Esa experiencia de crecimiento es la que IO pretende hacer única.
Incluso factores externos influyeron. Tras la muerte de la Reina Isabel II, el estudio revisó algunos matices del juego, reflexionando sobre el simbolismo cultural y la herencia británica que rodean a Bond. Ese nivel de cuidado muestra que First Light no es solo mecánicas de sigilo, sino también sensibilidad y respeto hacia el universo que adapta.
En última instancia, lo que convenció a MGM y Eon no fue el modelado técnico, sino la visión. Al usar a Craig en Sapienza, IO Interactive mostró respeto por el pasado del personaje y confianza en su propio estilo de diseño. El resultado: se llevaron la licencia, y hoy 007 First Light se perfila como una de las adaptaciones más interesantes de la saga en décadas.
Con Patrick Gibson en el papel y la experiencia de IO en mundos sandbox, el nuevo título promete redefinir lo que debe ser un juego de espías. Menos “Bond perfecto desde el minuto uno” y más “Bond en construcción”. Habrá acción, claro, pero también seducción, ingenio e improvisación: justo lo que convierte a James Bond en un icono inmortal.