Apple se ha visto envuelta en varios escándalos a lo largo de su historia, casi siempre bautizados con el famoso sufijo “-gate”. Recordemos el #antennagate del iPhone 4, cuando Steve Jobs dijo a los usuarios que lo sostenían mal, o el #bendgate del iPhone 6 Plus, que se doblaba en los bolsillos.
Ahora llega un nuevo episodio: el #scratchgate, esta vez con los iPhone 17 Pro y iPhone 17 Pro Max.
En varias Apple Stores, los clientes notaron que los modelos de demostración en color oscuro tenían marcas en la parte trasera que parecían rayones. La preocupación no tardó en explotar: ¿realmente los nuevos iPhone de aluminio eran menos resistentes que los iPhone 16 Pro de titanio? La idea de cambiar un teléfono robusto por uno que se “araña” fácilmente no convencía a muchos.
Apple reaccionó rápido. Según la compañía, no se trataba de arañazos reales, sino de restos que dejaban las bases MagSafe utilizadas para exponer los dispositivos en tienda. El material de estas bases se desgastaba con el uso y transfería residuos al chasis de aluminio, creando la ilusión de rayones permanentes. Con una limpieza adecuada, las marcas desaparecían sin problema.
La explicación recordó a otros episodios donde Apple defendió sus productos cuestionando la percepción del usuario. Pero esta vez no se quedó en palabras: implementó cambios concretos en sus tiendas. Los soportes MagSafe fueron modificados con anillos de silicona y materiales más suaves para evitar el contacto directo con el aluminio. Además, el personal recibió nuevas instrucciones de limpieza, con un producto que incluye sal para eliminar los residuos de forma más efectiva.
Estos ajustes, aunque puedan parecer menores, son clave. El Apple Store es la vitrina principal de la marca, el lugar donde los clientes forman su primera impresión. Ver un iPhone rayado en exposición puede arruinar esa experiencia y sembrar dudas sobre la calidad del producto. Y en un mercado donde la competencia con Samsung y Google está marcada por la innovación en inteligencia artificial, Apple no puede dar lugar a críticas por cuestiones de apariencia.
El momento tampoco ayudaba. Mientras sus rivales presentan avances en funciones de IA directamente en el dispositivo, Apple ya afronta críticas por ir un paso atrás. El #scratchgate, de hecho, desvió la conversación y sirvió como distracción temporal frente a esas comparaciones tecnológicas.
Otro factor es el programa de canje. Muchos usuarios de iPhone 16 Pro de titanio pensaban en entregar su móvil para actualizar al 17 Pro. Pero si la percepción es que el aluminio se raya con facilidad, el entusiasmo por el cambio se reduce. Apple lo sabe bien y por eso reaccionó con tanta rapidez.
Algunos críticos creen que la explicación es una excusa elegante; otros, en cambio, destacan la eficacia de la respuesta. Lo cierto es que la marca es reconocida por su obsesión con los detalles y por controlar hasta el mínimo aspecto de la experiencia de compra. Dejar que un iPhone “estropeado” quede expuesto no encaja en esa filosofía. Con las bases modificadas y protocolos de limpieza más estrictos, Apple busca asegurar que cada visitante vea un dispositivo impecable.
Quizás el #scratchgate no llegue al nivel de polémicas históricas como el #antennagate o el #bendgate. Pero demuestra hasta qué punto la reputación de Apple depende tanto de la innovación como de la presentación. Un simple efecto visual puede convertirse en tendencia viral, y Cupertino no puede ignorarlo.
A partir de ahora, quien visite una Apple Store encontrará los iPhone 17 Pro relucientes y sin rastro de marcas. Ese es el mensaje que Apple quiere transmitir: perfección visual y control absoluto de la experiencia del cliente.