Allá por 2007, el primer iPhone parecía magia pura. Pero con solo 412 MHz de procesador, 128 MB de RAM y conexión EDGE más lenta que una tortuga con sueño, hoy da hasta risa.
Ver un video en YouTube era misión imposible si no estabas conectado a Wi-Fi. Y si navegabas en Safari y te llamaban, directo al buzón. Sin multitarea, sin poder hacer nada al mismo tiempo.
En 2025, el iPhone 16 Pro Max lleva un chip A18 Pro que es 385 veces más rápido que el del primer modelo. Y esto va a más: los chips A19 y A19 Pro podrían llevar ese salto hasta las 500 veces.
La evolución ha sido brutal. La batería pasó de 1400 mAh a 4685 mAh. La RAM se multiplicó por 60, de 128 MB a 8 GB. Y la cámara… de una solitaria de 2 MP a un combo brutal: dos sensores de 48 MP y un teleobjetivo de 12 MP.
Eso sí, no todo fue perfecto. En 2015 explotó el famoso “Chipgate”: el iPhone 6s venía con chips de Samsung o de TSMC, y los de TSMC daban más duración de batería. La gente se volvió loca buscando qué chip tenía su iPhone. Apple confirmó una diferencia de hasta 3% en autonomía, respaldada por benchmarks.
Desde entonces, Apple apuesta fuerte por TSMC, reduciendo el tamaño de los transistores para ganar más potencia y eficiencia. El próximo chip A20 usará un proceso de 2nm, y se espera que en 2028 veamos chips de 1.4nm.
En menos de dos décadas, el iPhone pasó de ser un teléfono inteligente a convertirse en un ordenador de bolsillo. Una evolución tecnológica bestial… y esto recién empieza.