Después de varios años desaparecida del escaparate móvil, la finlandesa Jolla vuelve a la carga con algo que casi nadie se atreve a lanzar en 2025: un smartphone Linux independiente, pensado primero para la privacidad y el control del usuario, y sólo después para los números de marketing. El dispositivo se llama simplemente Jolla Phone y la propia marca lo define como un “teléfono Linux europeo independiente, hecho entre todos”. 
No es otro Android disfrazado, sino una apuesta por una tercera vía real frente al duopolio de Google y Apple.
La base de todo es Sailfish OS 5, la nueva versión del sistema operativo móvil de Jolla. La compañía insiste en que bajo la capa de interfaz corre un Linux “de verdad”, no un pseudo-Linux lleno de componentes cerrados que nadie entiende. Según Jolla, Sailfish OS se construye alrededor de una idea clara: sin rastreo oculto, sin analíticas escondidas y sin apps que “llaman a casa” a tus espaldas. Para quienes sienten que su móvil actual trabaja más para las redes de anuncios que para su dueño, el mensaje entra directo.
Al mismo tiempo, Jolla es realista: vivir sin ninguna app de Android es complicado. Por eso Sailfish OS 5 mantiene la posibilidad de ejecutar aplicaciones Android, pero sin obligar al usuario a casarse con Google. Puedes instalar tus apps habituales, usar tiendas alternativas y, poco a poco, desgooglear el teléfono hasta donde quieras. El grado de ruptura lo decides tú, no el fabricante.
Para los veteranos, este lanzamiento también tiene un punto nostálgico. Jolla nació en 2013 de las cenizas de MeeGo, el sistema que Nokia nunca terminó de explotar. Varios ingenieros se negaron a enterrar esa visión de un sistema abierto y montaron su propia empresa. En aquella época muchos los tildaron de ingenuos: “no se puede competir con Android e iOS”. Una década más tarde, ver a Jolla anunciar un nuevo móvil propio es casi una declaración de principios: la idea de una plataforma alternativa nunca murió del todo.
Hardware con cabeza: pensado para durar años
Si miramos la ficha técnica, el Jolla Phone no quiere ser el rey de los benchmarks, sino un compañero fiable a largo plazo. En su interior monta un SoC MediaTek descrito como de alto rendimiento, acompañado por 12 GB de RAM y 256 GB de almacenamiento interno. Y en plena moda de eliminar ranuras, Jolla mantiene la tarjeta microSD, un detalle que muchos usuarios echan de menos en móviles bastante más caros. Para quien prefiere guardar fotos, vídeos y documentos en local y no alquilar espacio en la nube cada año, es un punto muy importante.
En el frontal encontramos una pantalla AMOLED de 6,36 pulgadas con resolución Full HD, unos 390 ppp de densidad y protección Gorilla Glass. Aquí no hay marcos invisibles ni agujeros minúsculos: se ven bordes marcados y un notch evidente, y eso ya ha encendido el debate. Algunos aplauden un diseño más “honesto” y posiblemente más resistente; otros sienten que la cara del teléfono se quedó en 2019. Lo cierto es que Jolla no intenta ganar concursos de diseño, sino construir un dispositivo que puedas seguir usando y reparando dentro de cinco años.
En cámaras, la apuesta es sensata: una principal de 50 MP acompañada por una ultrapanorámica de 13 MP. La resolución de la cámara frontal aún no se ha detallado y Jolla evita los típicos eslóganes de “la mejor cámara de su clase”. La meta es ofrecer fotos y vídeos sólidos para el día a día, sin empujar el precio al territorio de los ultra gama alta. Aun así, la comunidad de Sailfish ya ha dejado claro que no quiere una cámara de trámite: si el Jolla Phone aspira a ser móvil principal, tiene que rendir al nivel de un buen gama media-alta.
Batería extraíble, tapas de colores y derecho a reparar
En un mercado donde casi todo está pegado y sellado, el Jolla Phone presume de algo que suena casi retro: una batería extraíble de 5.500 mAh. Quitar la tapa, cambiar la batería y seguir con el mismo dispositivo unos años más parece un lujo en 2025, pero encaja perfectamente con las discusiones actuales sobre derecho a reparar en Europa. Jolla apuesta por un móvil que no se convierta en residuo electrónico sólo porque la batería envejeció.
La tapa trasera también es intercambiable. Se han anunciado versiones en Snow White, Kaamos Black y The Orange, además de una edición especial para quienes apoyen el proyecto en la fase de preventa. Es un guiño a esa época en la que cambiar la carcasa era parte de la personalidad del móvil, pero ahora con un contexto distinto: personalización, sí, pero también reparabilidad y menos residuos.
Interruptor físico de privacidad y checklist para frikis
El detalle estrella para muchos es el interruptor físico de privacidad. Con ese control se pueden cortar por hardware micrófonos, cámaras, Bluetooth y otros módulos sensibles. No es un botón de software ni un permiso que puede saltarse una app maliciosa: si no hay energía, esos componentes no funcionan. Para periodistas, activistas, gente que trabaja con información sensible o simplemente usuarios que no se fían de nadie, este interruptor vale oro.
Por lo demás, el Jolla Phone viene con lo que se espera de un móvil actual: 5G, dual SIM, NFC y lector de huellas lateral. En los foros ya han aparecido las clásicas listas de deseos: ¿habrá jack de 3,5 mm? ¿Soporte completo para USB OTG? ¿Nada de cámara macro de relleno? ¿Ranura microSD dedicada, radio FM? Se nota que el público objetivo no es el usuario casual de TikTok, sino ese perfil que mira la ficha técnica línea por línea.
Rendimiento, soporte y la promesa de cinco años de actualizaciones
La gran incógnita por ahora es qué MediaTek concreto llevará el Jolla Phone. La empresa habla de un SoC de alto rendimiento, pero sin dar nombres, y eso alimenta la especulación. Hay quien opina que, para aguantar cómodo cinco años, el mínimo debería ser algo al nivel de un Dimensity de la serie 8000. Otros temen que el chip acabe siendo de una gama más modesta, lo que haría menos atractivo pagar un precio cercano al de un gama alta alternativo.
La ventaja de Jolla es que Sailfish OS es más ligero que muchas ROMs Android cargadas de servicios, capas y publicidad. Para sentirse fluido no necesita el mismo músculo que un Android lleno de procesos en segundo plano. Aun así, nadie quiere ver cómo el navegador sufre con webs pesadas o cómo el móvil se calienta con cualquier app exigente. Como contrapeso a esas dudas, Jolla pone sobre la mesa una promesa clara: mínimo cinco años de actualizaciones del sistema. Para un dispositivo de nicho, que además apuesta por hardware reparable, es un compromiso muy importante.
Preventa, precio y dónde se podrá comprar
El Jolla Phone no se lanza como un gran producto de masas, sino a través de una campaña de preventa transparente. La condición es sencilla: el móvil sólo se fabricará si se alcanzan al menos 2.000 reservas antes del 4 de enero de 2026. Para apuntarse, hay que hacer un pago inicial de 99 €, totalmente reembolsable en caso de que no se llegue al objetivo. A quienes apoyen en esta fase se les garantiza un precio final de 499 €. Si el proyecto despega y pasa al canal tradicional, Jolla calcula que el precio normal se moverá entre 599 y 699 €.
En la primera ola, el Jolla Phone se enviará a la Unión Europea, Reino Unido, Noruega y Suiza, con entregas estimadas para finales del primer semestre de 2026. Técnicamente el teléfono debería funcionar también fuera de Europa, y la compañía deja la puerta abierta a ampliar mercados según el interés que detecte. En redes ya corren bromas de que un móvil sin trackers, sin Google y con un interruptor que mata cámara y micrófono por hardware es exactamente el tipo de dispositivo que a ciertos gobiernos no les hace gracia. Lo cual, visto desde el usuario, casi suena a sello de calidad.
Queda por ver si el Jolla Phone se convertirá en un cult phone para una comunidad pequeña pero fiel o si será una rareza de colección. Pero el mensaje es claro: en un mercado saturado de clones con la misma receta, todavía hay espacio para un smartphone que pone en el centro la privacidad, la reparación y la libertad de software. Para fans de Linux, defensores del código abierto y quienes están hartos de sentir que su móvil espía más de la cuenta, el regreso de Jolla con Sailfish OS 5 y un interruptor físico de privacidad se siente, como mínimo, a pequeño milagro tecnológico de fin de año.