Julian Brown, el excéntrico creador de Plastoline, ha reaparecido tras semanas de silencio que dejaron a sus 1.8 millones de seguidores con más preguntas que respuestas. En un video publicado en su cuenta de Instagram, asegura que fue víctima de un hackeo a su iCloud, lo que permitió a terceros espiarlo a través de su propio teléfono. 
Esa supuesta vigilancia lo llevó a desconectarse por completo de las redes.
En su regreso, Brown no decepciona: se autodefine como un “canal de la conciencia colectiva” y lanza frases crípticas como que quienes lo atacan están “peleando contra el mundo entero”. Si bien muchos lo tachan de delirante, otros lo ven como un revolucionario incomprendido.
El proyecto que lo hizo famoso, Plastoline, es una máquina alimentada por energía solar que utiliza microondas para transformar desechos plásticos en combustibles como diésel. A diferencia de otros sistemas de pirólisis, que suelen ser costosos y contaminantes, Plastoline promete una solución más limpia y eficiente. Según pruebas realizadas por ASAP Labs, con sede en Vancouver, los resultados son prometedores.
Claro, la tecnología de pirólisis no es nueva. Lo innovador es cómo Brown intenta hacerla viable: con energía renovable y sistemas de filtrado para reducir los subproductos tóxicos. Pero mientras el petróleo siga siendo barato, muchos dudan que este tipo de alternativas puedan despegar económicamente.
Julian Brown ha sabido combinar ciencia casera, discurso místico y manejo mediático. Para algunos es un farsante con buena narrativa, para otros un inventor disruptivo. Sea como sea, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre reciclaje, tecnología y el papel de las redes sociales en la innovación.
¿Es Plastoline el inicio de una nueva era o solo otro invento viral con fecha de caducidad? Por ahora, internet está pendiente del siguiente capítulo.