Linux vuelve a demostrar por qué es el sistema operativo que no abandona su historia. Esta vez, los beneficiados son nada menos que las tarjetas gráficas ATI Radeon R300, lanzadas hace más de 20 años y olvidadas por Windows desde 2009. 
En el ecosistema open-source, sin embargo, estas GPU siguen recibiendo parches y actualizaciones que las mantienen vivas.
Con la llegada de Mesa 25.3, las Radeon R300 obtienen dos nuevas extensiones de OpenGL orientadas a la gestión de memoria: GL_ATI_meminfo y GL_NVX_gpu_memory_info. Gracias a estas funciones, los usuarios pueden controlar con mayor detalle cómo se aprovecha la memoria de video. El dato curioso: hablamos de tarjetas con apenas 64 MB de VRAM, una cifra ridícula comparada con los 12 o 16 GB de las GPU modernas. Y aun así, los desarrolladores trabajan para optimizar cada byte disponible.
El responsable de integrar estas extensiones fue el desarrollador Brais Solla, un ejemplo claro del espíritu de la comunidad Linux: aquí no solo se piensa en lo último y lo más potente, también se valora la reutilización y la extensión de la vida útil del hardware. Mientras la industria impulsa la obsolescencia programada, el mundo open-source demuestra que el pasado todavía tiene lugar en el presente.
¿Quién usa hoy una Radeon R300? Seguramente fanáticos del retro, coleccionistas o gente que exprime máquinas antiguas para proyectos concretos. Pero más allá de la cantidad de usuarios, lo importante es el mensaje: Linux mantiene viva la diversidad tecnológica. No se trata de competir con gráficas de última generación, sino de sostener el principio de que un equipo funcional no tiene por qué ser descartado.
El driver Radeon DRM también sigue recibiendo mejoras para garantizar compatibilidad. Y aunque nadie espere jugar títulos actuales en estas tarjetas, la lección es clara: en tiempos de consumo acelerado, Linux recuerda que incluso una GPU de dos décadas aún puede tener un papel activo.