OpenAI ha presentado Sora 2, la nueva generación de su modelo de creación de video y audio, considerado ya como el mayor salto desde el lanzamiento de la primera versión hace poco más de un año. La compañía lo describe como un momento comparable al paso de GPT-3 a GPT-3.5: no es solo una mejora, sino una evolución completa que busca establecer un nuevo estándar en realismo, precisión física y control creativo.
A diferencia de la versión inicial, Sora 2 logra mantener la coherencia física y narrativa a lo largo de varias escenas. Los errores típicos de distorsión de objetos o movimientos ilógicos desaparecen, dando paso a videos con continuidad más cinematográfica. El modelo admite estilos variados, desde cine realista hasta anime, y ofrece nuevas herramientas de edición para ajustar cada detalle del resultado. Además, la parte de audio fue rediseñada: ahora los diálogos, efectos y sonidos de ambiente se reproducen perfectamente sincronizados con las imágenes, un aspecto en el que antes las IA solían fallar.
El lanzamiento incluye una aplicación para iOS que solo se puede usar con invitación. También llegan nuevas medidas de seguridad: está prohibido generar videos de figuras públicas sin su consentimiento, aunque los usuarios pueden autorizar apariciones con su propia imagen y retirar ese permiso en cualquier momento. El despliegue inicial empieza en Estados Unidos y Canadá, con acceso gratuito y límites generosos. Los suscriptores de ChatGPT Pro tendrán acceso a Sora 2 Pro, una versión con mayor calidad, y la empresa confirmó que pronto se liberará una API.
Algunos ejemplos, como el clip viral de un mortal hacia atrás, demostraron lo fácil que es confundir a la audiencia con resultados tan realistas. Pero junto a la fascinación aparecen las dudas: muchos creen que pronto la mayoría del contenido en línea será artificial, lo que hará casi imposible distinguir lo auténtico de lo generado por IA. Expertos también advierten del enorme consumo de potencia de cálculo que exige Sora 2, con una demanda de GPUs y procesadores que podría superar incluso la del boom de la minería de criptomonedas. Para los críticos, es una señal de que la IA se acerca a límites peligrosos y de que el exceso de realismo puede traer riesgos sociales y tecnológicos profundos.