Cada año, Oxford Languages elige una palabra que funciona como radiografía del momento. En 2025, el diagnóstico llega directamente desde la zona de comentarios: el término rage bait fue nombrado Palabra del Año. 
Aunque viene del inglés, cualquiera que pase unos minutos en redes lo reconoce al instante: son esas publicaciones hechas no para informar ni divertir, sino para cabrearte, encender una pelea y exprimir hasta la última gota de tu atención.
La decisión llega después de una racha peculiar de ganadores: desde ‘vax’ en plena pandemia, pasando por ‘goblin mode’ y ‘rizz’, hasta el cansancio digital de ‘brain rot’ en 2024. La elección de rage bait parece el siguiente paso lógico: si el año pasado hablábamos del cerebro frito de tanto doomscrolling, este año miramos de frente al tipo de contenido que mantiene ese scroll encendido a base de rabia.
Qué significa realmente ‘rage bait’
Oxford define rage bait como contenido en línea creado deliberadamente para provocar enfado u odio, normalmente porque la indignación genera más tráfico e interacción. No se trata de un simple malentendido o de un tuit desafortunado, sino de una estrategia consciente: titulares exagerados, frases sacadas de contexto, opiniones formuladas en el extremo más irritante posible.
En otras palabras, es la evolución oscura del viejo clickbait. Si el clickbait jugaba con la curiosidad ("no vas a creer lo que pasó después"), el rage bait juega con el enfado: "mira lo que te están haciendo", "esto es una vergüenza", "nadie tiene el valor de decirlo salvo yo". El objetivo ya no es solo que entres a ver, sino que te quedes discutiendo, quoteando, reaccionando con enfado y alimentando la conversación hasta que el algoritmo quede satisfecho.
De una maniobra de tráfico a táctica estándar de internet
Lo curioso es que, según Oxford, uno de los primeros usos documentados de la expresión aparece en 2002 en un mensaje de Usenet que hablaba de conductores que provocaban a otros en la carretera. La idea original ya estaba ahí: alguien hace algo a propósito para sacarte de tus casillas y ver cómo explotas.
Con los años, el término se mudó al entorno digital y se fue afinando. Primero se usó para describir tuits viralizados que parecían diseñados solo para hacer enfadar a medio mundo. Después, para criticar canales enteros, redes de cuentas y hasta medios de comunicación que viven de servir polémicas diarias. Hoy, rage bait se ha vuelto una especie de etiqueta de advertencia: cuando la ves, ya sabes que lo que viene está más pensado para arrancarte una reacción que para aportar algo nuevo.
Por qué 2025 está lleno de rage bait
Según Oxford, el uso de la expresión se ha triplicado en el último año. No sorprende: 2025 ha estado marcado por protestas, elecciones, guerras culturales, debates sobre moderación de contenido, avances de la IA y una fatiga generalizada con las redes sociales. No solo consumimos noticias; también hablamos de cómo esas noticias se empaquetan para empujarnos hacia ciertas emociones.
Durante mucho tiempo, el truco básico de internet fue llamar la atención despertando curiosidad. Ahora la atención se compra a base de indignación. Los algoritmos descubrieron que un usuario calmado scrollea; uno enfadado se queda, discute, comparte, vuelve al tema al día siguiente. Rage bait se convierte así en el nombre corto de una dinámica mucho más grande: la economía de la rabia.
La rabia como modelo de negocio
En la práctica, rage bait es también una estrategia de monetización. Con sistemas que permiten cobrar por visualizaciones, suscripciones, membresías y propinas, cualquier creador puede convertir enfado en dinero. Lo que antes era territorio de tertulianos de televisión y programas de radio ahora está al alcance de cualquiera con un móvil y una cuenta de TikTok, YouTube o X.
De ahí surgen figuras que muchos usuarios llaman ya ‘rage-baiters’ o directamente ‘grifters’: cuentas cuya producción consiste casi exclusivamente en cabrear a la audiencia. Una forma sencilla de detectarlos es mirar su historial completo. Si prácticamente todo su contenido es enfado, burla, escándalo o drama, y casi nunca aparecen matices, alegría, vulnerabilidad o simple entusiasmo por algo, es probable que no estés delante de alguien "muy sincero", sino de alguien que ha descubierto que la ira es su nicho de mercado.
En paralelo, funciones como la etiqueta de ubicación aproximada en X han ayudado a desenmascarar perfiles que fingían hablar desde un país o una realidad concreta cuando en realidad publicaban desde otro lugar del mapa. En un entorno donde la opinión se puede monetizar, inventarse contexto y enfado ajeno se ha vuelto una tentación diaria.
Del cine de superhéroes al foro gamer
Cuando un término salta al cine comercial, es señal de que ha entrado en el vocabulario común. En la nueva película de Superman, James Gunn introduce un ejército de pequeños "monos de internet" al servicio de Lex Luthor, cuya misión es inundar la red con comentarios tóxicos sobre el héroe. Es una caricatura bastante directa de las campañas de desprestigio y acoso que ya hemos visto contra actores, directores o franquicias enteras. En un blooper, el propio Gunn se disfraza de uno de esos monos digitales, como si dijera: sí, sabemos perfectamente de qué va esto.
En el mundo de los videojuegos, el rage bait lleva años instalado. Basta un personaje polémico, un parche que cambia algo muy querido o un pequeño detalle en un tráiler para que se desate una tormenta: miniaturas con caras exageradas, títulos apocalípticos, vídeos de veinte minutos analizando un fotograma. Detrás, el mismo patrón: enfadar a una comunidad muy apasionada es una forma fácil de generar horas de contenido y toneladas de interacción.
A eso se suma una ola creciente de textos y reseñas generados o rematados por inteligencia artificial, que aprenden rápido qué fórmulas y qué tono provocan más clics. Para muchos usuarios, el internet de 2025 se siente menos como una conversación caótica entre personas y más como una fábrica automatizada de emociones fuertes.
¿No se supone que es una sola palabra?
Una de las reacciones más repetidas cuando se anunció el veredicto fue la de los puristas: "Rage bait son dos palabras, ¿cómo puede ser Palabra del Año?". Oxford lo aclara: la elección puede ser una palabra única o una expresión fija, siempre que funcione como una unidad con significado propio. Desde ese punto de vista, rage bait se comporta como un solo término, igual que ha ocurrido con otras expresiones en años anteriores.
Más allá de la pedantería, el malestar dice otra cosa: hay quien se incomoda al ver cómo el lenguaje de redes, memes y foros entra en los diccionarios serios. Otros responden con filosofía: todos los términos que hoy consideramos "correctos" fueron inventados alguna vez. Y siempre queda un grupo que presume de no saber qué significan estas palabras modernas… hasta que la curiosidad les gana y terminan buscándolas en Google.
De ‘vax’ a ‘rage bait’: una década con el ánimo tocado
Si se alinean las Palabras del Año recientes, la secuencia es elocuente. 2021: ‘vax’, el vocabulario urgente de las vacunas. 2022: ‘goblin mode’, la reivindicación casi orgullosa de quedarse en casa, en chándal y sin culpa. 2023: ‘rizz’, la obsesión por el carisma y la imagen. 2024: ‘brain rot’, la broma amarga sobre el cerebro frito por las pantallas. 2025: ‘rage bait’, la toma de conciencia de que mucho de lo que vemos está diseñado para encendernos.
Juntas, estas palabras dibujan una década atravesada por crisis sanitarias, reclusión, sobreexposición, cansancio y una irritación constante. No son profecías, pero sí una especie de diario de cómo nos hemos ido sintiendo en un mundo cada vez más mediado por pantallas.
Cómo reconocer el rage bait y bajar el volumen
La buena noticia es que, cuanto más se habla del tema, más fácil es identificarlo. Entre las tácticas más comunes, muchos usuarios señalan:
- Mirar el conjunto, no solo el post viral. Un desahogo puntual lo tiene cualquiera. Un historial entero de enfados puede ser estrategia.
- Desconfiar de las mayúsculas y los absolutos. Titulares con palabras tipo "destroza", "humilla", "dice lo que nadie se atreve" suelen prometer mucho más drama del que hay.
- Buscar el contexto original. Cuando solo se ve un recorte, un quote suelto o una captura borrosa, quizá alguien esté construyendo una historia a medida.
- Observar cómo te quedas después. Si sales enfadado, cansado y sin tener más claro el tema, probablemente no te informaron: solo te usaron como combustible.
La forma más directa de desactivar el rage bait es dejar de alimentarlo. Eso significa no compartirlo "por risa", no entrar a cada discusión solo para corregir a desconocidos, no convertir cualquier provocación en maratón de respuestas. El algoritmo no distingue intención; solo ve actividad.
En paralelo, conviene curar un poco más lo que vemos: seguir cuentas que aporten contexto, creatividad, humor sano, curiosidad; y recordar que parte de la salud digital también se juega fuera de la pantalla. Salir a caminar, hablar con amigos cara a cara, aburrirse un rato sin revisar notificaciones quizá sea el antídoto más sencillo contra un ecosistema que vive de hacernos arder.
Una palabra del año que suena a advertencia
Casper Grathwohl, presidente de Oxford Languages, ha insistido en que estas elecciones no son solo juegos lingüísticos, sino formas de nombrar debates incómodos. En plena expansión de influencers generados por IA, deepfakes, bots conversacionales y sistemas de recomendación cada vez más opacos, la pregunta ya no es solo qué vemos, sino qué nos hace sentir lo que vemos.
En ese contexto, que rage bait sea la Palabra del Año se lee casi como una señal de peligro. Nos recuerda que la indignación se ha vuelto un recurso valioso y que siempre habrá alguien dispuesto a explotarla. Ponerle nombre al truco es el primer paso para que, la próxima vez que nos crucemos con un titular hecho a medida para enfadarnos, podamos hacer una pausa y preguntarnos: ¿esto merece realmente mi enfado, o solo quieren que muerda el anzuelo?