Bethesda Softworks, el estudio detrás de sagas legendarias como The Elder Scrolls y Fallout, ya no es la misma compañía que conquistó a millones de jugadores hace dos décadas.
Así lo asegura Pete Hines, exdirector de marketing global, que trabajó allí durante casi 24 años y vivió de primera mano tanto el auge como la transformación del estudio.
Hines se unió a Bethesda en octubre de 1999, poco antes del lanzamiento de Morrowind. Desde entonces estuvo al frente de campañas históricas como Oblivion, Skyrim y también el polémico Fallout 76. En una entrevista reciente con DBLTAP, explicó que la Bethesda de aquellos años era una compañía mucho más cercana, independiente y movida por la pasión, no por la presión de accionistas ni por balances financieros.
Gran parte de esa identidad provenía de Robert Altman, fundador de ZeniMax, que falleció en 2021. Hines recordó que Altman trataba a los empleados como familia y mantenía una cultura que favorecía la creatividad. “Cuando funcionaba, era mágico”, dijo. Bethesda podía arriesgarse sin miedo a las críticas del mercado porque seguía siendo privada.
Pero todo cambió en 2021, cuando Microsoft adquirió ZeniMax por 7.500 millones de dólares. Con ello, Bethesda y estudios como id Software, Arkane, MachineGames, ZeniMax Online y Tango Gameworks pasaron a formar parte de Xbox Game Studios. Muchos pensaron que esto sería un refuerzo. Sin embargo, en 2024, Microsoft cerró Arkane Austin (responsables de Redfall) y Tango Gameworks (creadores de Hi-Fi Rush), que más tarde fue absorbida por Krafton. Para los fans, aquello fue la confirmación de que la vieja Bethesda había desaparecido.
“No cabe duda: la empresa ya no es la misma”, reconoció Hines. Según él, era inevitable: la gente se va, llegan nuevos líderes y las dinámicas corporativas pesan más que el espíritu independiente. Aun así, admitió que esa transición transformó radicalmente lo que una vez hizo especial al estudio.
Los jugadores lo han notado. Antes Bethesda marcaba la pauta en RPGs de mundo abierto, hoy se la critica por ciclos de desarrollo eternos, sistemas que parecen estancados y errores recurrentes que casi siempre corrigen los modders. Mientras tanto, estudios más pequeños como Obsidian consiguen juegos más pulidos y mejor recibidos, lo que alimenta la idea de que Fallout debería regresar a manos de ellos, responsables del aclamado New Vegas.
Hines también habló de polémicas internas, como los errores con el lanzamiento de Fallout 76, su insistencia en cambiar el nombre de Prey y su visión sobre servicios de suscripción como Game Pass: útiles para difundir juegos, pero riesgosos porque empujan a valorar títulos solo por métricas de horas jugadas.
Su mirada es, sobre todo, nostálgica. Hines sabe que aquella Bethesda pequeña y rebelde no volverá. Pero recuerda con cariño haber formado parte de su etapa dorada: “Las cosas cambian. Pero en su mejor momento fue algo muy especial de lo que ser parte”, concluyó.