Durante años, la familia Pixel de Google fue vista como una opción de nicho para los más fieles al Android. Pero eso ya cambió. 
El Pixel 9 demostró que Google puede competir en serio: en solo un mes, su cuota de mercado en Norteamérica saltó de menos del 5% a más del 12%. No fue casualidad – la compañía encontró finalmente la fórmula del éxito.
Con semejante impulso, el lanzamiento del Pixel 10 estaba rodeado de expectativas. Sin embargo, a primera vista muchos sintieron que traía poco de novedoso. Los cambios en hardware eran mínimos y la presentación careció del show típico de Apple. Incluso los seguidores más leales pudieron quedar con una sensación de vacío.
Pero el verdadero golpe maestro estaba más oculto. La gran apuesta del Pixel 10 no es su cámara, ni los accesorios nuevos, ni funciones aisladas de “inteligencia artificial”. La diferencia está en que el teléfono fue diseñado desde cero con la IA en el centro. No es un complemento: es el núcleo de todo el sistema.
Eso es lo que pone a Google en posición de desafiar a Apple y Samsung. Mientras sus rivales se apoyan en mejoras incrementales, Google convierte la inteligencia en el motor de la experiencia. Traducción en tiempo real, asistencia predictiva, edición fotográfica avanzada: el Pixel 10 redefine lo que significa un smartphone en 2025.
El secreto no se lee en una ficha técnica, sino en la visión. Y con el Pixel 10, Google dejó claro que piensa jugar la partida con sus propias reglas.