Pokémon Legends: Z-A ya está entre nosotros, y los fans no solo lo están disfrutando por su historia fresca y su encantadora ambientación urbana, sino también porque, de forma inesperada, el juego cierra uno de los capítulos más tristes que dejó abierto Pokémon Legends: Arceus. En el museo de Ciudad Lumiose se esconde un detalle tan pequeño como poderoso: una exposición sobre la antigua región de Hisui que, sin decirlo directamente, nos da el final feliz que muchos soñaban para Ingo.
Para entender la importancia de este hallazgo, hay que recordar quién era Ingo.
Los jugadores veteranos lo conocieron por primera vez en Pokémon Blanco y Negro, donde, junto a su hermano gemelo Emmet, dirigía el Metro de Batalla. Eran inseparables, un dúo perfectamente sincronizado y querido por los fans. Pero cuando reapareció en Pokémon Legends: Arceus, algo había cambiado. Ingo se encontraba perdido en el pasado, en una era remota, sin saber cómo había llegado ahí ni cómo volver. Solo recordaba fragmentos de su vida anterior: un hermano, un tren, y una nostalgia imposible de llenar.
En Arceus, Ingo ayudaba al protagonista en los Campos de Entrenamiento, enseñando técnicas de combate y ofreciendo guía. Pero tras su serenidad se escondía una tristeza profunda. No había resolución, ni reencuentro. El juego terminaba y él seguía atrapado en el pasado, condenado a la soledad. Para muchos, fue una de las historias más tristes y olvidadas del universo Pokémon.
Sin embargo, en Pokémon Legends: Z-A, los desarrolladores decidieron darnos una pista que cambia todo. En el museo de Lumiose, dentro de la exposición dedicada a Hisui, hay un diagrama de los Campos de Entrenamiento con una inscripción que dice: “Se registraron relatos de un hombre llamado Ingo que enseñaba a luchar con Pokémon, pero se dice que un día desapareció tras decir: ‘Es hora de regresar.’”
Solo una frase. Pero suficiente para emocionar a toda una comunidad. Esa pequeña línea sugiere que, después de los eventos de Arceus, Ingo finalmente logró volver a su tiempo, reencontrándose con Emmet y dejando atrás siglos de soledad. Tal vez fue el propio Arceus quien lo devolvió, cerrando el ciclo de una historia que había quedado en el aire. Es un gesto simple, pero con un peso enorme. Un cierre silencioso y hermoso para un personaje que muchos pensaban perdido para siempre.
Lo más sorprendente es cómo Z-A conecta con Arceus sin hacerlo de forma obvia. Game Freak demuestra que sí puede cuidar su narrativa y prestar atención a los detalles. El juego no solo presenta una nueva aventura, sino que también honra el pasado, atando cabos sueltos y reconociendo el impacto emocional de sus personajes. Y lo hace sin grandes escenas ni discursos, solo con una línea escrita en una vitrina de museo.
Quizás algunos jugadores pasen por alto este detalle, preocupados por nuevas mecánicas o misiones. Pero para los que siguieron la historia de Ingo, este guiño es una recompensa, un regalo silencioso. Nos recuerda que Pokémon no trata solo de capturar y combatir, sino también de conexión, pérdida y esperanza.
Puede que nunca tengamos una confirmación oficial de su regreso, pero en el corazón de los fans, Ingo ya está en casa. Y eso basta. Pokémon Legends: Z-A consigue lo que pocas secuelas logran: sanar una herida vieja y recordarnos que, a veces, los finales felices llegan cuando menos lo esperamos.