En plena vorágine de anuncios de la Gamescom 2025, Sony soltó una bomba silenciosa para los jugadores de Estados Unidos: a partir del 21 de agosto de 2025, la PlayStation 5 y la PS5 Pro subirán 50 dólares en todas sus versiones. 
El modelo con lector pasará de 499,99 a 549,99 dólares, la edición digital de 449,99 a 499,99, y la PS5 Pro de 699,99 a 749,99 dólares.
La explicación oficial habla de un “entorno económico desafiante”, pero la realidad es que Sony llevaba tiempo protegiendo a EE.UU. con stock acumulado antes de los aranceles. Esa reserva ya se agotó, y ahora los precios reflejan directamente el impacto de las tarifas. El propio CFO Lin Tao lo había insinuado hace meses, aunque en los comunicados nunca se menciona de forma tan clara.
En el resto del mundo esto ya no es noticia: Europa, Reino Unido y varios países de Asia vieron subidas en abril, y Canadá incluso en 2022. Estados Unidos disfrutó de cinco años de inmunidad a la inflación del sector… hasta ahora.
De momento, los accesorios oficiales no cambian de precio. Isabelle Tomatis, vicepresidenta de marketing de PlayStation, aseguró que “no hay más ajustes previstos para otros mercados”. Aun así, queda la incógnita: ¿afectará esto a las ventas en EE.UU. o la demanda sigue siendo lo suficientemente fuerte para absorber el golpe?
Las reacciones no se hicieron esperar. Algunos dicen que era inevitable y que el mercado americano solo estaba atrasado en la factura. Otros critican pagar más por la misma consola. Y quienes piensan en dar el salto al PC se encuentran con que tampoco es más barato: las tarjetas gráficas están por las nubes, en parte por la fiebre de la inteligencia artificial.
Conclusión: se acabó la etapa de precios “blindados” para los gamers estadounidenses. Ahora juegan con las mismas reglas que el resto del mundo.