
Galaxy S26 Ultra vs S25 Ultra: ¿evolución o simple “remake”?
En el mundillo Android ya casi es tradición: meses antes de que Samsung presente su próximo buque insignia, empiezan a circular renders filtrados, listas comparativas y debates eternos en foros y redes sociales. Sí, los focos mediáticos suelen apuntar al plegable de turno, como el nuevo Galaxy Z TriFold con su pantalla gigantesca y su precio todavía más grande. Pero cuando llega el momento de soltar mucho dinero por un móvil que será tu compañero durante varios años, la realidad es que para muchísima gente el candidato automático sigue siendo el Galaxy S Ultra de la línea S. Por eso el Galaxy S26 Ultra genera tantas expectativas… y también por eso las últimas filtraciones han caído como un jarro de agua fría entre los fans más atentos.
No se trata de dudar de que el Galaxy S26 Ultra vaya a ser un buen teléfono. Lo será, y probablemente muy bueno. Samsung lleva años dominando en pantalla, cámaras versátiles y soporte de software. Pero el debate no es “¿será un tope de gama competente?”, sino “¿ofrece algo suficientemente grande como para justificar un salto desde el S25 Ultra?”. Porque si los rumores se cumplen, dos de las mejoras más tangibles que se barajaban –una batería ligeramente mayor y un uso más agresivo del nuevo panel M14– podrían haberse quedado por el camino antes incluso de que el móvil se presente.
Qué se espera hoy de un auténtico gama alta
Más allá de las especificaciones, un verdadero gama alta se reconoce al tacto. Coges el teléfono y enseguida notas la diferencia: el chasis es rígido, nada cruje, el metal y el cristal encajan como un bloque, los botones tienen un clic preciso. No hay sensación de juguete, ni de plástico hueco. Es ese tipo de dispositivo que transmite solidez incluso con la pantalla apagada, y que te recuerda en cada gesto por qué pagaste tanto por él.
Cuando enciendes el panel, el listón sube aún más. En un modelo Ultra esperas una pantalla grande, muy brillante, con animaciones que se sienten mantequilla gracias a una tasa de refresco alta, y un táctil que responde a la mínima caricia. Pasar de una app a otra no debería implicar tirones ni tiempos de espera, por mucho que tengas juegos pesados, redes sociales y cámara abiertos a la vez. Y el sonido tiene que acompañar: altavoces estéreo que realmente llenan la habitación, no un audio finito que se satura al primer vídeo.
En cámaras, el estándar también es claro: no vale solo presumir de megapíxeles. Un tope de gama debe ofrecer resultados consistentes en automático, tanto de día como de noche, con un enfoque rápido, buen rango dinámico y zoom útil más allá de un simple recorte digital. Todo eso, aderezado con años de actualizaciones de Android y parches de seguridad que alarguen la vida útil del dispositivo. Precisamente porque los flagships ya clavan casi todo esto, pequeñas decisiones como mantener o no la batería en 5.000 mAh o exprimir al máximo una nueva tecnología de pantalla se vuelven mucho más visibles.
La batería: séptimo año consecutivo en 5.000 mAh
La parte más polémica de las filtraciones del Galaxy S26 Ultra es, sin duda, la batería. Desde el Galaxy S20 Ultra, la cifra mágica en la ficha técnica se ha mantenido exactamente igual: 5.000 mAh. S21 Ultra, S22 Ultra, S23 Ultra, S24 Ultra, S25 Ultra… todos repiten. Durante un tiempo tuvo sentido: era un equilibrio razonable entre autonomía y diseño. Pero el mercado no se ha quedado quieto. Cada vez más móviles de gama media anuncian 6.000 o incluso 7.000 mAh, y ya hay rumores de modelos “maratonianos” con 10.000 mAh pensados para quien prioriza aguantar días lejos del enchufe.
Con este contexto, no sorprende que los primeros rumores que hablaban de 5.200 mAh en el S26 Ultra generasen algo de ilusión. No era un salto salvaje, pero al menos suponía salir del bucle de 5.000 mAh tras seis generaciones. Sumado a un chip más eficiente y mejoras en la gestión de consumo, esos 200 mAh extra podían traducirse en una mejora real, aunque modesta, de la autonomía. Sin embargo, un listado comparativo filtrado por el conocido leaker Ice Universe volvió a colocar la cifra en 5.000 mAh, exactamente igual que en el S25 Ultra. Si se confirma, serían siete años seguidos con la misma capacidad nominal en el buque insignia de Samsung.
Más eficiencia, misma cifra: la cara buena del asunto
Ahora bien, sería injusto analizar la autonomía solo mirando el número en la ficha. Dos móviles con 5.000 mAh pueden comportarse de forma radicalmente distinta si cambian pantalla, procesador, módem, temperatura y, sobre todo, cómo está afinado el sistema. Y ahí es donde entra la lectura optimista del Galaxy S26 Ultra. Todo apunta a que montará una nueva generación de chips –Snapdragon 8 Elite Gen 5 en la mayoría de mercados y quizá un Exynos 2600 de 2 nm en otros– que deberían ser considerablemente más eficientes que el ya potente Snapdragon 8 Elite actual.
Menos fugas de energía, menor voltaje, mejor control térmico y algoritmos de ahorro más inteligentes pueden hacer que esos mismos 5.000 mAh rindan bastante más que en la generación anterior. Además, las filtraciones apuntan a un aumento en la carga rápida por cable: de los 45 W del S25 Ultra se pasaría a unos 60 W en el S26 Ultra. No es un récord si lo comparamos con los 80, 100 o incluso 120 W de algunos fabricantes chinos, pero al menos rompe con la sensación de que Samsung se había quedado dormida en este apartado. En el día a día, poder recuperar un buen porcentaje de batería en pocos minutos antes de salir de casa puede ser más valioso que un número ligeramente mayor en la ficha técnica.
El problema es que todo esto no luce en una tabla de especificaciones. El usuario que ya tiene un S25 Ultra y mira las filtraciones ve “5.000 mAh” y piensa que nada ha cambiado, aunque en la práctica el S26 Ultra acabe aguantando mejor el tirón. Esa desconexión entre los avances reales, pero invisibles, y lo que se percibe a simple vista es precisamente lo que hace que muchos entusiastas se planteen saltarse esta generación.
Pantalla M14 OLED: un panel con mucha potencia… pero contenido
El otro gran foco de debate es la pantalla. Samsung lleva años marcando el ritmo en este terreno, y todo indica que el Galaxy S26 Ultra volverá a presumir de panel: alrededor de 6,9 pulgadas, tasa de refresco variable de 1 a 120 Hz, resolución alta y un pico de brillo anunciado de 2.600 nits, igual que en el S25 Ultra. Eso ya es suficiente para ver sin problema a pleno sol y disfrutar de HDR en vídeo y juegos. Pero lo realmente interesante está en el interior: la adopción del nuevo material M14 para el OLED, que sobre el papel permite un salto tanto en eficiencia como en calidad máxima.
Ahí es donde los rumores se vuelven más agridulces. Algunas marcas chinas estarían exprimiendo ese mismo tipo de panel hasta límites llamativos, subiendo el brillo aún más, ampliando el volumen de color y apostando por un PWM de frecuencia altísima para reducir la fatiga ocular. En cambio, según Ice Universe, Samsung estaría optando por una postura más conservadora en el S26 Ultra: mantener el techo en 2.600 nits, limitar el uso efectivo a 8 bits de color en muchos escenarios y apostar por un PWM menos agresivo, más pensado para ahorrar energía que para presumir de cifras.
En la práctica, esto significa que el M14 del Galaxy S26 Ultra se utilizaría más como herramienta de eficiencia –lograr la misma experiencia que en el S25 Ultra consumiendo menos– que como una excusa para presentar la “mejor pantalla del mercado” con un golpe sobre la mesa. Tiene lógica si te pones en la piel de Samsung: la mayoría de usuarios ya están encantados con la pantalla del S25 Ultra y preferirán autonomía extra antes que unos cuantos cientos de nits más que solo se notan en condiciones muy concretas. Pero para la parte más techie del público, saber que el panel podría dar más de sí y no lo hace genera cierta frustración.
Diseño y ergonomía: retoques milimétricos
En el apartado estético, las filtraciones apuntan a una evolución muy continuista. El Galaxy S26 Ultra sería unos 0,3 mm más fino y unos 4 gramos más ligero que el S25 Ultra, quedándose alrededor de los 214 gramos. Sobre el papel es un logro de ingeniería: meter batería, un módulo de cámaras enorme y el S Pen en un cuerpo ligeramente más delgado no es trivial. Pero en la mano, la mayoría de personas difícilmente notarían la diferencia a menos que comparen los dos modelos a la vez.
El lenguaje de diseño seguiría siendo claramente “Ultra”: líneas rectas, sensación de bloque, pantalla grande, cristal y metal por todas partes. Para quien viene de un modelo más antiguo, como un S21 Ultra, habrá un salto en sensación de refinamiento. Para quien ya tiene un S25 Ultra, la palabra que mejor encaja es familiar. Nada de notch extraño, nada de giro radical. Es más una pulida general que una reinvención.
Rendimiento y memoria: mucha potencia, pocas sorpresas
En potencia bruta, no hay dudas de que el Galaxy S26 Ultra se sentará otra vez entre los primeros de la tabla. El nuevo Snapdragon 8 Elite Gen 5 o el posible Exynos 2600 apuntan a cifras espectaculares en CPU y GPU, así como a una mejora importante en aceleración de tareas de IA directamente en el dispositivo. Pero también es cierto que, a partir de cierto nivel, el usuario medio ya no percibe las diferencias. Desde el Snapdragon 8 Gen 3, lo que sobra en estos chips es precisamente margen. Navegar, usar redes sociales, hacer fotos, pagar con el móvil… nada de eso pone realmente contra las cuerdas a estos procesadores.
Donde sí se puede notar el salto es en situaciones más específicas: juegos exigentes que mantengan mejor los fps durante más tiempo sin que el móvil se caliente, exportación de vídeo más rápida, o funciones avanzadas de IA que funcionen al momento, sin depender tanto de la nube. En memoria RAM, se espera que Samsung mantenga configuraciones de hasta 16 GB, esta vez con módulos LPDDR5X más veloces. Es una buena noticia para los que tienen mil apps abiertas a la vez. La cara B es que la RAM está cara, y cada generación suele venir con un pequeño ajuste al alza en los precios de las versiones más completas.
Cámaras: continuidad con un teleobjetivo que genera dudas
El sistema de cámaras es una de las señas de identidad de la familia Ultra, así que Samsung no parece dispuesta a arriesgar demasiado aquí. Según los rumores, el sensor principal volvería a ser el ISOCELL HP2, el mismo del S25 Ultra, apoyado por mejoras en procesamiento, enfoque y reducción de ruido gracias al nuevo chipset. Es una apuesta lógica: el S25 Ultra ya es muy fuerte en fotografía general y no necesita una revolución para seguir compitiendo en la parte alta.
El punto más delicado, y que más ceños frunce, tiene que ver con el teleobjetivo de 3x. Se ha comentado que el sensor físico podría ser más pequeño que en la generación anterior, lo que en teoría significa menos luz y más trabajo para el software, especialmente de noche. Por supuesto, Samsung intentará compensarlo tirando de algoritmos, apilado de múltiples fotogramas y trucos de IA. Pero si eres de los que dispara mucho con zoom medio, es difícil vender esto como una mejora clara. Más bien suena a reacomodo del hardware para cuadrar costes y espacio, confiando en que la mayoría no vaya a mirar tan de cerca.
One UI, privacidad y el factor confianza
Aunque es menos vistoso que hablar de nits y megapíxeles, el software y el soporte siguen siendo un arma muy fuerte para Samsung. Con cada generación ha ido ampliando la promesa de actualizaciones de Android y parches de seguridad, y el Galaxy S26 Ultra probablemente mantendrá o incluso mejorará este compromiso. Para quien compra un teléfono caro pensando en usarlo cuatro o cinco años, esto pesa muchísimo en la balanza.
Además, una de las funciones nuevas que más curiosidad despierta es un posible modo de privacidad en pantalla. La idea, según se ha filtrado, sería dificultar que alguien sentado a tu lado pueda leer lo que aparece en tu móvil, jugando con los ángulos de visión y el brillo lateral del panel. Si Samsung consigue que esto funcione bien –protegido para los mirones, pero cómodo para el usuario frontal– podría convertirse en una de esas características que usas a diario en trenes, aviones y cafeterías sin pensártelo dos veces.
A todo esto se suma un contexto internacional en el que muchos usuarios miran con más recelo a ciertas marcas, sobre todo chinas, por temas políticos, de datos o simplemente por desconfianza general. Para esas personas, la elección práctica se reduce a muy pocas opciones en la gama alta, y Samsung está en primera fila junto a Apple. El Galaxy S26 Ultra se beneficia directamente de esa percepción de “marca segura”, incluso si, técnicamente, algunos rivales más agresivos exprimen más sus paneles o sus baterías.
Cansancio de actualización: el efecto “me espero al S27”
Con todo lo anterior, no sorprende que en foros y redes aparezca cada vez más el mismo mensaje: “tiene buena pinta, pero yo me espero al S27 Ultra” o incluso “igual salto directamente al S28”. No es simple queja por quejarse; es consecuencia de un mercado muy maduro. Los móviles de gama alta son tan redondos que cambiar cada año rara vez tiene sentido, y cada vez más gente estira su teléfono tres, cuatro o cinco años sin problemas reales.
En ese escenario, cada nueva generación tiene que hacer un poco más que “ser mejor que la anterior”. Tiene que crear ese pequeño punto de envidia tecnológica, esa sensación de que te estás perdiendo algo importante si no actualizas. Y ahí es donde el Galaxy S26 Ultra, tal y como lo pintan los leaks, puede quedarse corto: mejora la eficiencia, pule el diseño, añade funciones útiles, pero no parece traer ese gran golpe sobre la mesa que haga a todos los usuarios de un S25 Ultra mirar su móvil con urgencia renovadora.
¿Cuándo tiene sentido cambiar al Galaxy S26 Ultra?
Si vienes de un dispositivo más antiguo, como un Galaxy S20 Ultra, S21 Ultra o incluso un S22 Ultra, la historia es diferente. Ahí el salto al S26 Ultra sería grande en prácticamente todo: pantalla más avanzada, rendimiento muy superior, mejor gestión térmica, cámaras más consistentes, software más moderno y, sobre todo, varios años extra de soporte por delante. En esos casos, la pregunta no es tanto “¿S25 o S26?”, sino “¿es este el momento adecuado para renovar mi teléfono?”. Y la respuesta, probablemente, será que sí.
En cambio, si ya tienes un Galaxy S25 Ultra en el bolsillo, la sensación es otra. A día de hoy, con lo que se sabe, el S26 Ultra se perfila como un refinamiento lógico: mismo concepto, un poco más eficiente, algo más rápido, algo más ligero, carga un poco más veloz, pantalla M14 bien afinada pero intencionadamente contenida, mejoras en software y algún truco nuevo de privacidad. Objetivamente será el mejor Galaxy S que Samsung haya lanzado hasta la fecha. Subjetivamente, para muchos, se quedará corto como argumento para soltar otro dineral solo un año después.
Un buque insignia prudente en un mercado cada vez más agresivo
Al final, el Galaxy S26 Ultra parece representar una Samsung que prioriza la prudencia y la fiabilidad por encima de los titulares llamativos. No hay baterías descomunales de 10.000 mAh ni cargas absurdas de tres minutos, pero sí una combinación conocida: 5.000 mAh bien gestionados, pantalla de primer nivel, cámaras maduras, hardware puntero, One UI cargada de funciones y una promesa de soporte a largo plazo. Para el usuario “normal” que solo quiere un móvil muy bueno y duradero, probablemente sea más que suficiente.
Para el núcleo duro de los entusiastas, sin embargo, la sensación es más tibia. Ver cómo se evaporan dos posibles grandes mejoras –un salto claro en batería y un uso más ambicioso del panel M14– hace que el S26 Ultra se sienta menos como una nueva era y más como un S25 Ultra muy bien pulido. Y aunque eso no lo convierte en un mal teléfono, sí lo coloca en una posición delicada: la de ser, a la vez, uno de los mejores Android del mercado y, para algunos, un capítulo que se puede saltar mientras se mira con esperanza al futuro Galaxy S27 Ultra.