El Galaxy Z TriFold es uno de esos móviles que parecen un prototipo de feria tecnológica más que un producto “normal”. Tres paneles, dos bisagras, modo casi tableta al abrirlo y, aun así, algo que puedes guardar en el bolsillo del abrigo. 
Samsung lo presenta como la culminación de toda su experiencia con plegables desde el primer Galaxy Fold. Por eso mismo, muchos daban por hecho que por dentro llevaría lo mejor de lo mejor: el nuevo Snapdragon 8 Elite Gen 5.
La sorpresa llegó cuando la ficha técnica se hizo oficial. En lugar del Snapdragon 8 Elite Gen 5, el Galaxy Z TriFold monta el Snapdragon 8 Elite para Galaxy, de la generación anterior. En un dispositivo que rondará los 2.447 dólares, no es un detalle menor. El público que se plantea pagar semejante cifra quiere, como mínimo, la sensación de estar comprando lo más puntero y no un hardware que, sobre el papel, ya ha sido superado.
Samsung, sin embargo, insiste en que no se trata simplemente de recortar costes. Kang Min-seok, vicepresidente y responsable de planificación de producto de la división Mobile Experience, ha explicado que el objetivo principal era lanzar un tri-plegable “muy pulido y completo”. Según su versión, el Snapdragon 8 Elite es un chip ya dominado por los ingenieros de la casa, con perfiles térmicos y de consumo muy bien entendidos, algo clave cuando se experimenta con un formato tan delicado.
Si miramos de cerca el diseño del TriFold, esa justificación tiene cierta lógica. No hablamos de un móvil cualquiera, sino de un dispositivo donde tres pantallas tienen que encajar a la perfección, donde la bisagra debe soportar miles de aperturas sin matar cables flexibles y donde la batería está segmentada en varios módulos. A eso se suma una capa de software que debe adaptarse a diferentes posiciones, multitarea extrema y cambios constantes de orientación. Añadir a la ecuación un SoC completamente nuevo incrementa la probabilidad de calor excesivo, cuelgues extraños o consumos de batería difíciles de controlar.
Al apostar por un procesador conocido como el Snapdragon 8 Elite, Samsung elimina al menos una gran incógnita. Sabe cómo rinde bajo carga prolongada, cómo se comporta en juegos pesados y qué esperar en escenarios con varias aplicaciones abiertas a la vez. Eso le permite dirigir tiempo y recursos a lo que de verdad hace único al Galaxy Z TriFold: la ingeniería de la pantalla tri-plegable, el sistema de bisagras, la resistencia del panel y la optimización de One UI para este formato tan poco habitual.
Pero sería ingenuo pensar que las hojas de cálculo no han tenido nada que ver. Todo apunta a que el Galaxy Z TriFold se producirá en cantidades muy limitadas, en torno a las 100.000 unidades. A diferencia de un Galaxy S, aquí no hay millones de pedidos amortizando la inversión. Cuando el volumen es tan bajo, desaparecen las economías de escala y cada componente se vuelve mucho más caro. Que solo exista un color oficial, ese Crafted Black sobrio y sin florituras, ya es una pista de que la compañía cuida cada euro de inventario.
En ese contexto, el Snapdragon 8 Elite Gen 5 se convierte en una pieza problemática. Es un chip más caro y, con un pedido pequeño, Samsung pierde poder de negociación con Qualcomm. Una diferencia de decenas de dólares por unidad, multiplicada por 100.000 teléfonos, se traduce rápidamente en varios millones adicionales solo en silicio. Súmale sistemas de refrigeración potencialmente más complejos, nuevas rondas de test y meses extra de optimización, y el coste total del proyecto se dispara aún más.
Visto así, optar por el Snapdragon 8 Elite parece menos un gesto de tacañería y más un compromiso calculado: se gasta fuerte en la parte verdaderamente nueva – la pantalla tri-plegable y la arquitectura interna – y se confía en una plataforma de rendimiento ya contrastado. Para el uso diario, el impacto real puede ser mucho menor de lo que las guerras de cifras en redes sociales sugieren. El 8 Elite sigue siendo un SoC de gama alta capaz de mover juegos exigentes, multitarea agresiva, modo DeX y edición de contenido sin despeinarse.
¿Dónde brillaría el 8 Elite Gen 5? Sobre todo en eficiencia energética y en funciones de IA de nueva generación. A medio y largo plazo, un chip más moderno suele ofrecer un poquito más de margen en autonomía y más músculo para procesamiento local de imágenes, voz o asistentes inteligentes. Quien piensa quedarse varios años con el terminal y valora tener acceso al máximo de novedades futuras tiene motivos para sentir que se está perdiendo “algo” en un dispositivo tan caro.
Sin embargo, si comparamos con algunos tri-plegables rivales, el drama se diluye. Incluso con el Snapdragon 8 Elite, el Galaxy Z TriFold tiene muchas papeletas para superar en rendimiento a modelos que apuestan por soluciones propias menos potentes. El teléfono quizá no lleve el número de generación más alto en la pegatina, pero seguirá jugando en la primera división del rendimiento entre plegables, donde el verdadero reto suele ser simplemente no achicharrarse ni agotar la batería en un par de horas.
En el fondo, aquí chocan dos visiones. La de los entusiastas, que ven el Galaxy Z TriFold como un “concept car” en forma de smartphone y exigen especificaciones exageradas en todos los frentes, y la de Samsung, que quiere presumir de futuro sin arriesgarse a un desastre de relaciones públicas por problemas de calor, bugs o autonomía ridícula. Si priorizas la ficha técnica perfecta, probablemente te duela no ver el Snapdragon 8 Elite Gen 5 en la lista. Si valoras más tener un tri-plegable futurista que simplemente funcione de forma fiable, el compromiso que ha elegido Samsung empieza a tener bastante sentido.