La batalla entre Spotify y Apple es ya una de las historias más influyentes de la economía digital moderna.
Lo que comenzó en 2015 como un simple enfrentamiento por precios se convirtió en una guerra de casi diez años que redefinió cómo los reguladores ven el poder de las grandes plataformas tecnológicas. Hoy, en 2025, queda claro que este conflicto marcó un antes y un después en el mercado de las aplicaciones y en las normas que lo regulan.
El corazón del problema fue la App Store de Apple. Aunque en 2024 representaba solo alrededor del 8% de los ingresos de la empresa, generaba márgenes superiores al 75%, según documentos judiciales citados por el Wall Street Journal. Ese nivel de rentabilidad se sostenía gracias al llamado “impuesto Apple”: una comisión del 30% sobre todas las compras realizadas dentro de las aplicaciones. Para pequeñas startups ya era un lastre, pero para un gigante como Spotify, cuya vida depende de las suscripciones, significaba una desventaja crítica.
La tensión estalló en 2015 cuando Apple lanzó Apple Music a 9,99 dólares mensuales, mientras que el plan de Spotify en iPhone costaba 12,99 dólares debido a la comisión obligatoria. En la práctica, Apple ofrecía su propio servicio más barato dentro de un mercado que ella misma controlaba. Para millones de usuarios era evidente: Apple jugaba con ventaja.
Spotify no se quedó de brazos cruzados. En 2016 fichó a Horacio Gutiérrez, un abogado experto en antimonopolio con experiencia en Microsoft. Bajo su dirección, la empresa intentó desafiar a Apple con una jugada arriesgada: una nueva versión de la app que impedía suscribirse desde la App Store y redirigía a los usuarios por correo electrónico hacia una suscripción más barata en la web. Apple rechazó la actualización y Gutiérrez terminó cara a cara con Bruce Sewell, entonces consejero legal de Apple. El encuentro acabó sin acuerdo: Spotify acusó a Apple de ahogar la competencia, mientras Apple alegaba que la otra parte pedía trato especial.
En Estados Unidos, Spotify no logró apoyo inmediato: las autoridades no querían enfrentarse a Apple. Pero en Europa la historia fue distinta. Allí Gutiérrez encontró un aliado en Margrethe Vestager, comisaria de competencia de la Unión Europea. Una reunión fallida entre Vestager y Tim Cook en Bruselas empeoró las cosas para Apple: el CEO fue percibido como arrogante al hablar de impuestos, lo que sonó a intento de intimidación.
Spotify reforzó su postura con datos duros. Con pruebas A/B demostró que las restricciones de Apple reducían las suscripciones hasta en un 20% frente al sistema más flexible de Android. Con esa evidencia en mano, en marzo de 2019 la compañía presentó una queja formal ante la Comisión Europea. Apple respondió acusando a Spotify de aprovecharse de su escala sin aportar al ecosistema. Sin embargo, el viento ya soplaba en contra de Cupertino: la Comisión impuso una multa de 1.800 millones de euros, una de las sanciones más grandes de la historia tecnológica.
El movimiento no terminó ahí. Spotify y otros aliados presionaron para reformas más profundas que se concretaron en 2022 con la aprobación de la Ley de Mercados Digitales. La norma obligó a gigantes como Apple a permitir métodos de pago alternativos y prohibió penalizar a los desarrolladores que redirigieran usuarios fuera de la app. Apple retrasó su aplicación de estas reglas y en 2025 recibió otra multa de 500 millones de dólares por incumplimiento.
Pese a todo, Apple sigue intentando mantener su modelo. Nuevas tarifas propuestas son vistas por críticos como una reinvención del viejo “impuesto Apple”. Pero la batalla ya cambió el panorama: el caso Spotify vs Apple se convirtió en un referente global sobre los riesgos de que una empresa sea juez y parte en el mismo mercado.
La lucha continúa. Apple defiende con uñas y dientes su ecosistema cerrado, mientras Spotify y otros desarrolladores reclaman mercados más abiertos. Lo que ocurra en los próximos años definirá cómo funcionará la economía de las aplicaciones en el futuro cercano.