Cancelaciones, enojo y acumulación de meses: así reaccionan los jugadores a la subida del Xbox Game Pass
La noticia cayó como un balde de agua fría: Microsoft aumentó el precio de Xbox Game Pass Ultimate un 50%, pasando de 19,99 a 29,99 dólares mensuales. En otras palabras, 360 dólares al año. Lo que alguna vez fue visto como la mejor oferta en la industria ahora se percibe como un gasto excesivo. La reacción fue inmediata: miles de usuarios cancelando la suscripción, otros apurándose a acumular meses al precio anterior y un debate encendido en la comunidad gamer.
Durante años, Game Pass fue el gran orgullo de Xbox: acceso a cientos de juegos en consola, PC y la nube, incluyendo estrenos desde el día uno. El modelo era irresistible: por menos de lo que costaba un título nuevo, los jugadores tenían un catálogo inmenso a su disposición. Pero con la subida, lo que antes parecía un festín ahora se siente como otra factura más en un mercado saturado de suscripciones en alza.
La justificación de Microsoft
Para amortiguar el golpe, la compañía incluyó beneficios adicionales. Se prometen 75 lanzamientos anuales desde el primer día, además del acceso a Ubisoft+ Classics (valorado en 7,99 dólares al mes) y, desde el 18 de noviembre, a Fortnite Crew, que por separado cuesta 11,99 dólares e incluye el pase de batalla y 1.000 V-Bucks mensuales.
El servicio en la nube también fue mejorado. Según Microsoft, los suscriptores Ultimate ahora disfrutan de “la mejor calidad de streaming y los tiempos de espera más cortos”. Con esto, Xbox Cloud Gaming deja oficialmente la fase beta. En palabras de la empresa, el nuevo precio refleja un “catálogo expandido, nuevos socios y experiencia de juego en la nube mejorada”.
¿Vale la pena seguir pagando?
Para muchos, la matemática es simple: 360 dólares equivalen a cinco juegos completos al precio de 70 cada uno, y esos juegos quedan en tu biblioteca para siempre. Con Game Pass, al dejar de pagar, no queda nada. Quienes no aprovechan gran parte del catálogo sienten que el servicio dejó de ser rentable. La frase más repetida en redes fue: “prefiero tener los juegos en propiedad que alquilarlos”.
Varios fanáticos de Xbox, que defendieron la marca durante años, confesaron que esta vez fue la gota que colmó el vaso. Algunos ya migraron a Steam, donde las rebajas de verano e invierno ofrecen descuentos de hasta el 60%. En el otro extremo, están los usuarios que aprovechan al máximo los estrenos día uno y que todavía ven valor en el servicio. Uno calculó que jugó más de 500 dólares en títulos durante un solo año gracias al Game Pass. Sin embargo, hasta los defensores admiten que el margen de ahorro cada vez es más estrecho y la magia se está perdiendo.
El fenómeno de “acumular” suscripciones
Tras conocerse el incremento, se produjo una carrera frenética para extender la membresía hasta el límite de 36 meses con el precio anterior. Tiendas como Amazon y GameStop ofrecieron tarjetas y códigos por tiempo limitado, y la comunidad los compró como si fueran víveres antes de una tormenta. Incluso GameStop insinuó que mantendría el precio viejo por un tiempo, aunque nadie cree que eso dure.
Parte de un problema mayor
El malestar no se reduce a Xbox. Netflix, Disney+, Spotify y PlayStation Plus también han encarecido sus planes en los últimos años. Los consumidores sienten cansancio de esta escalada, más aún viendo a las empresas anunciar ganancias récord mientras recortan personal. Para muchos, lo de Microsoft es un reflejo de la avaricia corporativa más que de una necesidad real.
Algunos opinan que el modelo de suscripción para videojuegos nunca fue sostenible. Game Pass acostumbró al público a esperar demasiado por poco dinero, a costa de los desarrolladores. Comprar títulos directamente, dicen, es una forma más sana de apoyar a la industria y asegura acceso permanente. Otros lanzaron advertencias: si hoy son 30 dólares, en unos años podrían ser 50, y entonces el gaming se volvería una cuenta más junto a la luz o el internet.
La estrategia global de Xbox
Lo curioso es que la división de juegos de Microsoft atraviesa su mejor momento financiero: casi 5.000 millones de dólares en ingresos anuales, impulsados por el Game Pass y títulos como Doom: The Dark Ages e Indiana Jones and the Great Circle. Sin embargo, no solo subieron los precios de la suscripción: las consolas también aumentaron en EE.UU., y dispositivos premium como el portátil ROG Ally X debutan a 999,99 dólares. Muchos fans sienten que la marca prioriza las ganancias a corto plazo por encima de su comunidad.
Conclusión: una comunidad dividida
Hoy, el Game Pass ya no genera consenso. Para unos, sigue siendo una buena oferta, sobre todo con Fortnite Crew y Ubisoft+ Classics incluidos. Para otros, es una señal clara de que Xbox perdió el rumbo. Lo que sí está claro es que el aumento cambió la narrativa: el servicio ya no es “el Netflix de los videojuegos”, sino un lujo que muchos no están dispuestos a pagar.
Tal vez Microsoft calculó que podía perder suscriptores y aun así ganar más dinero. O tal vez subestimó el descontento. En cualquier caso, la era del Game Pass como la ganga absoluta parece haber llegado a su fin. Y quizás estemos presenciando el inicio del ocaso del modelo de buffet ilimitado en el gaming.