Durante años, el plan familiar de YouTube Premium fue considerado una de las mejores gangas en el mundo del streaming. Por unos 23 dólares al mes, hasta seis personas podían disfrutar de YouTube sin anuncios y de acceso completo a YouTube Music. Era la manera perfecta de compartir gastos y seguir viendo contenido sin interrupciones. Sin embargo, siempre existió una cláusula escondida en los términos: todos los miembros debían vivir bajo el mismo techo. Hasta ahora, esa regla parecía más un formalismo que otra cosa, pues millones de usuarios compartían la cuenta con hijos en la universidad, padres en otra ciudad o incluso con amigos.
Esa flexibilidad, sin embargo, se está acabando.
En las últimas semanas, varios suscriptores han reportado recibir correos con el asunto: “Tu suscripción familiar de YouTube Premium será pausada”. En el mensaje se les informa que, al detectar que no están en la misma ubicación que el administrador del plan, perderán los beneficios Premium en 14 días. Siguen formando parte del grupo familiar, sí, pero vuelven a ver anuncios, pierden la reproducción en segundo plano y los descargas offline. Para cualquiera que ya estaba acostumbrado a la experiencia Premium, el retroceso es evidente y molesto.
Con esta medida, YouTube sigue el camino de Spotify, que desde hace años es muy estricto con sus planes familiares, llegando incluso a comprobar direcciones mediante GPS, lo que generó polémica en su momento. Desde la óptica empresarial, tiene sentido: evitar que lo que debería ser un plan con descuento para familias se convierta en un plan de amigos y conocidos. Pero la vida real es distinta: hijos que estudian fuera, parejas que no conviven todo el tiempo, padres y madres que viven en diferentes ciudades. Para ellos, la nueva política se siente más como un obstáculo artificial que como una regla justa.
Además, la implementación no está siendo uniforme. Algunos ya recibieron el aviso de suspensión, mientras que otros, en la misma situación, continúan usando Premium sin inconvenientes. Esa incertidumbre genera ansiedad. Un suscriptor contó que comparte el plan con su hija que vive a solo tres horas de distancia, y aunque aún no perdió acceso, siente que es cuestión de tiempo. Otros critican que YouTube dedique energía a perseguir a quienes comparten su plan, en lugar de enfocarse en problemas graves como la avalancha de contenido de baja calidad y vídeos generados por IA en Shorts.
Ante este panorama, crece el atractivo de alternativas gratuitas: apps como NewPipe, los viejos forks de Vanced o simplemente un bloqueador de anuncios en el navegador. Si YouTube sigue endureciendo las condiciones, muchos evaluarán si vale la pena seguir pagando. En un momento en que la gente está más dispuesta que nunca a cancelar suscripciones que no cumplen con lo prometido, el riesgo para la plataforma es real. Puede que logren evitar abusos, pero a costa de perder la confianza de los usuarios más fieles.
En definitiva, el cambio marca un antes y un después en la percepción del plan familiar. Lo que antes parecía un gesto generoso, ahora se siente como un contrato vigilado. Si los usuarios aceptarán estas restricciones o buscarán caminos alternativos, será lo que defina el futuro de YouTube Premium.
1 comentario
pagamos cada mes y nos tratan como si fuéramos estafadores..