YouTube ha comenzado a aplicar con firmeza una regla que llevaba años en sus términos pero casi nadie había notado: en el Premium Family Plan, todos los miembros deben vivir en la misma casa que el administrador de la cuenta. Desde 2025, los usuarios que aparecen en un plan familiar pero tienen otra dirección reciben un aviso: en 14 días su acceso será suspendido. En la práctica, si no compartes techo, tampoco puedes compartir la suscripción.
El problema es que la vida familiar actual poco tiene que ver con ese esquema.
Hijos en universidades, hermanos en diferentes ciudades, padres y adultos jóvenes que viven separados… El concepto de “familia” ya no se reduce a un solo hogar. Lo que antes parecía una manera práctica y económica de disfrutar de YouTube Premium, ahora se ha vuelto una limitación forzada y anticuada.
La jugada recuerda a la de Netflix y Disney+, que también tomaron medidas contra el uso compartido de cuentas. Sin embargo, Netflix al menos dio la opción de pagar un extra para seguir compartiendo, mientras que YouTube ofrece un ultimátum: o pagas la suscripción completa o te quedas con la versión gratuita llena de anuncios. Para muchos, no se trata de proteger el servicio, sino de maximizar los ingresos.
Lo más frustrante es la desconexión con la realidad de 2025. Hoy es normal que las familias estén repartidas por trabajo, estudios o incluso por decisión personal. Amarrar la suscripción a una sola dirección parece ignorar esta dinámica. En lugar de innovar o buscar soluciones intermedias, YouTube se arriesga a perder usuarios que preferirán volver a los bloqueadores de anuncios o abandonar Premium por completo.
Al final, la plataforma deja un mensaje claro: si quieres Premium, tendrás que pagar individualmente. Para muchos, es la confirmación de que YouTube prioriza los beneficios económicos por encima de la comunidad que lo sostuvo durante años.